Capitulo 1: Pequeño Orfanato en Brooklyn

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Si alguien desconocido te dice que todo lo que consideras real fue solo una mentira para ocultar tu pasado tormentoso y que vivieras como un ser humano normal, eso seria desconcertante. Al recordar a tus padres,  personas buenas y cariñosa, recordar tu casa acogedora y grande; y en algún momento llegaste a pensar  que todo eso parecía ser tan real. Me deprimiría si esa fuera mi vida, pero no es así crecí en Cony Island, Brooklyn (Nueva York).

Soy huérfana de ambos padres, según mi escaso registro, en el sólo menciona el reporte de muerta de mi madre y mi nombre Penny. En mi registro, también hay una carta destruida por la lluvia, en la que apenas se alcanza a leer "Pen", y Ellen, la directora del orfanato, me nombró Penny Lightning; por cantidad de relámpagos que caían la noche que me encontraron. 

De mí solo se sabe que existo y eso es suficiente, no soy de tener amigos, pero Roket Adware siempre me cubre cuando me escapo por las noches para ir al museo. Donde me encanta ir por la exhibición de las civilizaciones antiguas, en especial la del imperio romano y griego, pero eso fue lo que hizo que mis problemas iniciaran.

Eran las 10:00 de la noche, mientras todos dormían yo me levanté de un salto para salir por la ventana de la habitación.

―Penny ―dijo Roket mientras se rascaba los ojos de sueño―, ¿qué haces?

―Nada, solo salía a sacar la basura ―dije fijando la mirada hacia Roket. 

― ¿La basura? ¿A las 10:00 de la noche, por la ventana? ―exclamó con sus brazos cruzados y la mirada desafiante.

―Esta bien, ―me rendí― quiero ir al museo. Es que trajeron...

― ¿Museo? ¿A estas horas? Si la señorita Ellen lo descubre, te arrancará las orejas de tanto jalarlas ―dijo exaltadamente hacia mi.

―Pero no tiene que descubrirlo porque confío en ti, mis orejas, dudo mucho que me vallas a fallar, ¿o no?

―Está bien, pero regresa antes de las doce o si no, no podre ayudarte ―dijo con la frente sudorosa.

―Gracias, eres la mejor ―dije apretándola con mis brazos.

Sin esperar más,  tomé mi abrigo y salté hacia la calle. Como podría imaginarme, los sucesos siguientes con tal noche: tranquila, serena y normal, pero algo si no cuadraba: ¿Cómo era posible que se veían nubes negras y relámpagos en septiembre? Se acercaba una tormenta descomunal, era mejor que regresara antes para no toparme con semejante diluvio.

Llegué al museo a eso de las 10:37 por que conocía bien las rutas, el encargado de cuidar el museo siempre me dejaba entrar y fui directo a la exhibición nueva. No sé qué aparentaba un pedazo de piedra obsoleto, pero tenía escrito un texto en griego antiguo que no podia entender, la curiosidad me comía por dentro; lentamente.

¿Qué decía?

¿Qué significaría?

¿Qué escondería?

Tanta era mi intriga, que me llevó a acercar mi mano hacia el extraño pedazo de roca, pero en el momento que mi mano tocó el vidrio, sentí un fuerte corrientazo. Como si se tratara de un cable que al rozar com mi piel transmitiera una fuerte corriente de electricidad,  pero era vidrio. De pronto sentí un dolor intenso, como si mil agujas calientes se clavaran en mi mano; todas a la vez. Grité muy fuerte de agonía, y el encargado de seguridad me vino a socorrer con un incesante miedo

-― ¡Penelope! ―gritó y después se cubrió la boca como si se retractara de lo que había dicho, pero yo estaba tan adolorida que no entendí su acción. 

-―Me duele mucho ¡Haz que pare! ¡Haz que pare! ―dije llorando de dolor

-―Tranquila, se irá en un segundo.

De pronto cayeron relámpagos en el techo, el viento golpeaba cada ventanal y la lluvia caía fuerte y severamente. Cada gota era como una roca que caía con tal rapidez,  que los vidrios del museo se trozaban en pedazos. El dolor era tan fuerte que por un momento creí alucinar: que el encargado se elevaba por todo el lugar con lo que parecía ser sandalias aladas, de pronto me desmayé.

Al despertar estaba en el piso del museo, sola. Los ventanales estaban normales, todo parecía normal, pero mi mano dolía al levantarla con delicadeza. La levanté a la altura de mi cabeza y observé que tenía tatuaje en la mano, era parecido a un relámpago, que iba de mi muñeca a mi dedo índice. En mi mano también estaba una roca pequeña y mi cabeza sangraba.

― ¡Despertaste! ―dijo el encargado―  Menudo golpe te dio esa piedrita.

― ¿Cómo eso me noqueó?

―Por la intensidad del golpe ―aclaró, como todo un experto, el extraño y misterioso cuidador― , deberías irte van a ser las doce y no queremos que Ellen te arranque las orejas. ―caminó tras de mí.

―Sí, claro... Espera, ¿cómo lo...?

Me volteé al preguntarle, sin embargo, desapareció en un acto de escapismo digno de Houdini. No me quedé a averiguar el extraño suceso, sólo me concentré en correr para llegar a tiempo,  antes de que a Roket le diera un infarto. Al llegar, entré y encontré a Roket sacudiendo sus brazos y piernas frenéticamente. 

― ¡Peny! ―dijo con voz aguda, pero seria a la vez―  ¿Dónde estabas? Dijiste antes de las doce, son las dos de la mañana. Ellen vino a buscarte.

― ¡¿Ellen?! ¡¿y qué le dijiste?!

―Pues que estabas de parranda, obvio que le dije que estabas en el baño.

―Qué suerte, no quiero pensar...

― ¡Peny! ―una voz grave y dominante dijo a través del pasillo.

Luego, me encontraba en la oficina de la señorita Ellen. Era un lúgubre lugar lleno de fotos de generaciones de huérfanos y su colección de cuadros de Monett, falsos claro.

― ¿Cómo estuvo tu vuelta de medianoche por la ciudad?

―Pues...

― ¡Silencio! Esto que te has atrevido a hacer es una falta muy grande y tú... ―bajó su mirada a mi regazo― ¿Qué es eso?

― ¿Qué, señorita?

―Eso que resalta en tu brazo. ―señaló mi extremidad.

Me quedé helada, ¿qué le podía decir sin que pensara que perdí mi sentido común? Pero, por lo contrario, miró mi mano y se sorprendió positivamente. Me miro con sus resplandecientes ojos verdes y me dijo:

―Ha llegado la hora. ―sonrío.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2016 ⏰

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