Los colores del atardecer

236 23 7
                                    


Saludos a todos.

Como un pequeño tributo a tiranía escolar de Jessi Hernández por su cumpleaños del día de hoy lunes 11 de julio, les traigo esta pequeña historia. Espero que sea de tu completo agrado y pases un increíble día. ¡Muchas felicidades!

LOS COLORES DEL ATARDECER.

PDV Morinaga

A mis catorce años mi querido sempai y yo habíamos comenzado algo, no podíamos decir todavía qué cosa, sin embargo estoy seguro que ambos sentimos lo mismo, es sólo que él no está listo para expresarlo y yo esperaré el tiempo que sea necesario para poder estar juntos como una pareja.

Cada que veo sus hermosos labios no puedo evitar imaginar lo que se sentirá poder tocarlos con los míos, junto con mi corazón que se acelera una y otra vez al mirarlo de cerca mientras estudiamos en la biblioteca. Amo cada parte de él, su forma de ser regañona, sus pucheros de desaprobación y hasta las ligeras sonrisas que en algunas ocasiones he podido ver como la luz bañando todo mi ser e inundando mi corazón. Es así que decidí tener otra cita, lo más lejos posible de su amiguito Isogai, con tal de estar a solas un poco de tiempo, inventar alguna excusa para poder alejarlo de todos y finalmente quizás obtener no una declaración de amor pero ese momento especial en el que él completamente me corresponderá un beso.

Mis manos sudaron, los golpeteos apasionados de mi corazón bombearon una y otra vez nerviosamente como para indicarme que si no hago esto acabaré desmayado en el piso antes de que pueda decir una sola palabra. Respiré profundo con tal de tranquilizarme, cuando finalmente lo vi salir del salón con el rostro malhumorado, lo jale de una mano apartándolo de sus compañeros y corrimos apresuradamente hasta llegar a un aula vacía perdiendo a las chicas que siempre nos espían. La mentira recorría mis pensamientos tantas veces para persuadirme de expresarla, ya que no puedo mentir si no me he convencido totalmente de lo que voy a decir, en realidad si me mira a los ojos diré la verdad en un instante, aunque no creo que me saque la verdad puesto que se pondrá tan nervioso o aún más de lo que yo ya estoy.

Cerré la puerta del salón mirando por la diminuta ventana observando a Isogai y las chismosas buscándonos. Luego dirigí mi vista a la persona más importante de mi vida, que aguarda con los brazos cruzados levantando una ceja en señal de reproche.

— ¿Y bien? ¿Cuál es la urgencia? — Preguntó Souichi inquisitivamente.

— Sempai yo... es que... no sé si quieras... bueno yo...

— Haber si dejas de tartamudear que tengo hambre y necesito ir a la cafetería.

— Resulta que mi amigo Yamaguchi necesita llevar a sus hermanos al parque de diversiones pero tiene que terminar el trabajo final de literatura y como se los prometió me pidió que si puedo llevarlos. El problema es que son tres niños y yo solo no puedo cuidarlos. ¿Me acompañas este domingo?

— No entiendo por qué tanto misterio. Está bien iremos.

— Lo que no quiero es que tus encimosos amigos nos sigan. No les comentes nada ¿puedes?

— Si yo nunca les cuento nada, es que siempre nos escuchan.

El mundo se tornó brillante, salté de emoción, aunque me pregunto qué hará al vernos solos en la cita.

Los días pasaron lentamente mientras yo preparé cada detalle, ya sabía de hecho que cosa haríamos primero y cual después. No puedo dejar nada sin planear, incluso me puse distintas ropas con tal de ver cual podría encantar sus sentidos. La noche del sábado llegó y simplemente no puedo dormir, de pensar en que quizás podremos darnos un beso o tomaré su mano e incluso los abrazos en la casa de los sustos. Tantas emociones terminaron por hacerme caer rendido y aún antes de escuchar el despertador me levanté a ducharme, vestirme, peinarme y desayunar. Tomé la pequeña flor de papel que hice y la guardé en mi mochila para sacarla en el momento más especial del día.

Los colores del atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora