"Lunes"

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“lunes” es la primera palabra que llega mi cabeza al despertar, es esa constante alarma que no te deja dormir la noche anterior ni disfrutar tu día libre porque ya debes pensar en que harás el lunes, y que tan mierda te seguirás sintiendo. Todas mis mañanas eran como esta, con la mínima diferencia que mi mejor amiga iba a ser la mujer mas feliz del mundo y yo no podía sentirme igual ni feliz por ella, en realidad la odiaba.
De todos modos, me ofrecí a ser quien se encargara de darle el mejor último día de su vida soltera, soy la mejor del mundo, la persona más infeliz y desgraciada por su boda, pero al ver como sonríe y brillan sus ojos cafés al tocar el reflejo del sol: dagas de felicidad se entierran en mi corazón de manera dolorosa, pero con un sabor dulce que me deja queriendo sentirlas enterrarse hasta el fondo. Íbamos recorriendo la costa que se volvía más brillante y grande mientras caminábamos agarradas de las manos por la costa… esa fue primera vez que pensé que tal vez este sería un lunes que me dejaría sintiendo mierda para siempre pero que me haría feliz solo al recordar como sus labios suaves y dulces rozaban los míos ásperos y fríos, mientas su mano se adentraba por las esquinas de mi playera blanca y holgada, calientes y suaves tocando la piel debajo  que se hacía de gallina solo con su rose que mi piel sentía dulce como miel. Sentadas en la playa mientras las olas nos mojaban me contaba de la familiaridad y el calor que sentía en su pecho cuando estaba abrazada a mi o cuando sus labios y los míos se encontraban y las dos éramos una en la otra. Mientras yo sentía como mis sentimientos me estaban ahogando en todo el amor que sentía por aquellos rizos que volaban hermosos sobre su hermosa cara rosada por el sol que se metía en las aguas del mar sin regreso, por el roce de su piel que tocaba la mía dejando un calor tan conocido que hacia que todo mi ser doliera, me besó a modo de despido que quise se quedara paralizado para siempre, cada roce y cada caricia de ese atardecer se impregnaron en mi hasta mi último aliento.

Los años  pasaron, pero yo me quede en ese atardecer, me quede en ese momento que sus manos tomaron las mías y la besaron con toda la dulzura que el universo pudiera obsequiar, en sus ojos clavados en mí, mientras me decían “te veo”, y yo le devolvía un “te amo” salado por mis propias lagrimas mientras me tambaleaba el alma al saber que una vez sus manos soltaran las mías todo mi mundo se volvería un desierto sin vida extrañado ahora del mar.  Extrañada del mundo, del amor y todo otro sentimiento que no fuera el deseo de dejar de ver como su felicidad me mataba poco a poco mientras era feliz por su felicidad y de la vida que estaba construyendo, nadie se puede imaginar el gran amor que se colaba en nuestras habitaciones de adolescencia cuando hacíamos “noches de chicas” en su habitación que estaba prohibida para el resto del mundo excepto yo. Mis lagrimas mojaban las cuerdas que estaba cargando, esperaba solamente que fueran lo suficientemente fuertes para calmar el mar los sentimientos que recorrían mi piel como espadas que dejaban un veneno doloroso por todo mi cuerpo y se me enterraban a su paso, dejando una cicatriz incurable, una cicatriz que iba a curar el la habitación de un hotel mientras mi cuello débil no podía escapar de las fuertes sogas que puse sobre el, esperando que con cada último aliento el amor se escapara de mi ser y me dejara en paz de una vez  por todas, con la dulce ternura que la muerte acariaciba mi piel haciéndola fría a su paso calmado y mi corazón latiendo tan fuerte que no escuchaba otra cosa hasta que no escuché nada más, solo paz...

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