CAPÍTULO 6

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-Alex corre corre, tenemos solo diez minutos para arreglarnos- le dije algo alterada.
Debíamos llegar a las nueve menos cinco.
Me quité el pijama lo más rápido que pude y me puse unos tejanos rotos por las rodillas y una camiseta rosa de manga corta. (la prisa no era una excusa para vestir bien) Me cepillé el pelo y me puse los zapatos. Alex optó por unas mayas negras y una camiseta blanca básica.
Bajamos corriendo y llegamos segundos antes de que la señora Wellington entrase.
-Las que lleguen a partir de ahora irán a la mesa de las castigadas- dijo una vez que estuvo en la puerta.
-Si, señora Wellington- repetimos todas al unísono.
Hoy nos dieron dos tostadas una con queso de untar y otra con mermelada. 
Al acabar seguí a Alex hasta el despacho de la señora.
Tocamos la puerta y al segundo ella salió.
-Id a buscar la ropa que os di i dirigíos a las duchas os estaré esperado.
Hicimos lo que nos pidió y la encontramos en la puerta de las duchas.
-Tenéis quince minutos para ducharos y vestiros, os he dejado desodorantes y colonias. 
Nos abrió la puerta y entramos había una especie de vestuario y luego al fondo otra puerta.
-¿Te duchas tú y luego yo?- le pregunté a Alex.
- ¿Que te piensas que es esto?- me dijo un poco borde. - aquí nos duchamos todas juntas, no nos dejan ducharnos separadas, es más, en el vestuario hay cámaras así que Wellington nos puede ver.
Me quedé con la boca abierta, me daba muchísima vergüenza tener que ducharme con Alex. Me quité la ropa, quedando solo en ropa interior y me até el albornoz. Me quité el resto de la ropa intentando que Alex pudiera verme lo más mínimo posible.
En cambio, ella ya se había quitado la ropa sin ningún pudor y se puso las chanclas.
-Vero cariño, te esperaría más pero es que llevamos cinco minutos solo para desvestirnos y solo nos quedan diez- me dijo con cara de cansada. - a mí también me pasó eso la primera vez pero las cosas son así. Así que por mí no te preocupes.
Sus palabras me dieron fuerza de verdad. Así que me quité el albornoz y me acabé de desabrochar el
sujetador.
-Ya estoy lista- le dije para luego seguirla hacia la puerta situada en el fondo.
Entramos a lo que era una especie de ducha enorme con alcachofas enganchadas en la parte superior de la pared y, debajo de ellas dos un botón.
Yo me situé en la del fondo a la izquierda y Alex se puso en la de enfrente.
-Cuidado cuando aprietes...- no le dio tiempo a contestar ya que apreté el botón y sobre mi cayó agua congelada.
No pude evitar soltar un chillido. Mi piel enseguida se puso de gallina y mi vello se erizó.
-Wellington no nos permite ni ducharnos con agua caliente.- Me dijo Alex mientras se enjabonaba el cuerpo.
Yo hice lo mismo y luego me aclaré como pude.
Salimos cuando ya solo nos quedaban tres minutos corriendo nos vestimos con la ropa que nos dio la señora. Se trataba de un conjunto de señora de la limpieza. Era una sola pieza gris acabada en una falda que llegaba hasta medio muslo. Y un mini delantal blanco que debíamos llevar atado a la cintura. También habían unos zapatos blancos sencillos sin cordones. Las dos íbamos exactamente igual y no entendía nada de ese vestuario.
Salimos de allí y vimos en la puerta a la señora Wellington esperándonos con una bolsa negra y un hombre bastante grande a su lado.
-Vamos a salir, este es Ricardo y está aquí para evitar accidentes como que os escapéis.- Nos dijo Wellington con tono amenazante.- Y tú, Del Rio, no te pienses que me he olvidado de tu castigo.
Mi cuerpo se estremeció y me puse a pensar en lo que sería capaz de hacerme.
Salimos del edificio de chicas y nos dirigimos a la salida,que estaba cerrada con llave y con un candado. No se podía saltar ya que arriba había unos alambres que si los tocabas te electrocutaban. Me pregunté porque no habíamos bajado por el ascensor. La respuesta fue que un coche BMW negro nos esperaba en la parte trasera de el establecimiento.
Alex y yo nos dirigíos los asientos traseros pero la voz de Wellington nos detuvo.
-¿Donde creéis que vais? Este coche es demasiado para unas basuras como vosotras- Nos miraba con desprecio. - Ricardo ya sabes.
No entendía nada de pronto el hombre me cogió de los brazos y de la bolsa negra sacó unas cuerdas con las que me ató las manos a la espalda y los pies, me puso un trozo de cinta en la boca. A Alex le hicieron lo mismo, nos cogieron y nos lanzaron al maletero.

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