Y ella le creyó, creyó durante mucho tiempo lo que él le decía,
que la quería y que nunca iba a querer a nadie más.
Mintió.
Él nunca la quiso.
Nunca la quiso y nunca quiso decírselo,
no se creía ni a sí mismo ni a lo que sentía.
Así acabó todo, ella se hartó de esperar algo más
y él se cansó de no saber qué hacer con tantas letras guardadas.
Porque él nunca la quiso, no.
Y ella siempre le creyó, aún sabiendo que no la quería.
Lo que ella no sabía era que él no la quiso jamás,
porque desde el momento en que la vio
decidió que una vida a su lado no le alcanzaría,
y le mintió.
Nunca quiso hacerlo, pero él prefirió mentirle,
prefirió perderla y saber que iba a ser feliz con otro
a vivir a su lado y perder lo único que lo podía mantener con vida.
Así que dejó todo su amor guardado en hojas de papel,
en documentos digitales y en la vida de otras personas.
Para que -un día-, en caso de que él ya no estuviese,
ella supiera la razón de todo.
Porque él nunca la quiso, no.
Y aunque ella le creyó, nunca supo ver
que había algo más que eso,
que desde el principio fue tan solo un poco de amor