Prefacio

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Cuando pisé las baldosas grises de la universidad por primera vez, sentí algo extraño. Estaba entre el mareo y la felicidad extrema. Miré a mi alrededor, no me lo podía creer. Al fin, después de un año de esfuerzo, mi trabajo se había visto recompensado.

Al fin, cuando me recompuse, me aferré a la carpeta verde que llevaba en la mano, me coloqué bien el bolso con los libros, y comencé a caminar hacia mi primera clase. Miré la hora: exactamente faltaban dos minutos para que comenzase. Perfecto. Mi propósito había sido no llegar tarde el primer día. Ahora tendría que averiguar cómo conseguiría mantener el hábito durante el resto del año. Me reí interiormente. Qué estupidez.

La primera clase era estadística. Sinceramente odiaba esa asignatura. Yo y los números no congeniábamos para nada. Yo lo sabía y ellos también, y al parecer se esforzaban por parecerme complicados. En realidad, la que se llevaba bien con las cifras era Kendra, mi mejor amiga. Automáticamente renuncié a la carrera una vez supe que una de las asignaturas de incorporaba era estadística, pero ella me insistió, "¿vas a dejar que unos números te alejen de poder estudiar lo que siempre has querido?". Así que, en un arranque de orgullo —como siempre —, me convenció.

​Y, bueno, ahí estaba yo. En primera fila cual pardilla, para no perderme ni un mísero gesto del profesor que me pudiese ayudar a aprobar. Sinceramente, el hombre era un poco extraño. Llevaba una barba marrón, larga y unas gafas algo torcidas que le daban un aspecto excéntrico.

Pero debía concederle que al menos en la primera clase, se había comportado y lo había explicado todo más o menos claro. Aunque obviamente yo no había pillado ni una. Contaba con la ventaja de tener a mi mejor amiga para traducírmelo todo.

Como Kendra era mucho más hábil que yo con los números, decidí que lo mejor era que me ayudase ella, porque estaba claro que intentar hacerlo yo sola era perder el tiempo. Este año habíamos empezado a vivir juntas, en un apartamento muy cómodo en Los Ángeles, California. Además, aunque no nos habíamos matriculado en la misma carrera, teníamos horarios algo parecidos. Nos habíamos repartido las tareas del hogar bastante cómodamente, pero ambas sabíamos cómo acabaría el apartamento cuando llevásemos un mes allí. La comida era otro gran problema, ninguna de las dos teníamos mucha habilidad con los fogones, así que seguro que nos dedicaríamos a la típica recogida de tuppers cuando visitáramos a nuestros padres y cada vez que fuéramos a casa de nuestros amigos, que también estudiaban en la ciudad. Aunque en realidad sería más bien una especie de robo alimenticio. El piso que habíamos alquilado era un poco más caro de lo que habíamos planeado en un principio, pero Kendra y yo preferíamos morir de hambruna antes que meter a una desconocida en nuestra cueva de leonas.

Las expectativas de este nuevo año eran francamente buenas, y después de un genial verano estaba preparada para centrarme —dentro de lo posible— y disfrutar de mi época universitaria, pues según dicen, es la mejor de tu vida.

YOU INSTEAD  | JB fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora