Cuando era pequeño, Hallak quedó fascinado con un chamán, un houngan anciano. Su título era el de asogwe houngan, alto sacerdote. Lo había visto actuar muchas veces: efectuando curaciones, realizando ceremonias para llamar o apaciguar espíritus, dirigiendo iniciaciones, adivinando el futuro, interpretando sueños, lanzando hechizos, creando protecciones contra hechizos ajenos y preparando pociones para diversos fines.
Illek era capaz de hacer que las loas intervinieran en el plano material: entidades espirituales que podían ser benignas, malignas o amorales. Illek era un chamán que utilizaba las loas con fines benéficos, además era el único sucesor de Rallak, el antiguo chamán que lo había tomado como sur pwen houngan. Cuando hubo cumplido dieciocho veranos, Illek fue designado como su aprendiz, y desde entonces hasta que el espíritu de Rallak partió al más allá, no paró de aprender de su sabiduría.
Ahora que su función en el plano terrenal empezaba a desvanecerse, debía designar un nuevo sucesor y adoptar al nuevo sur pwen houngan. Le enseñaría lo mismo que le había enseñado su maestro: a controlar las loas y hacer con ellas actos de bondad.
Hallak no había pasado los dieciocho veranos, pero deseaba convertirse en su aprendiz.
La familia de Hallak se encontraba en la plaza del mercado, dónde comerciantes podían vender su mercancía. Había fruta, ropa, cerámica, utensilios, ungüentos... Si necesitabas algo, allí lo podías conseguir.
Hallak estaba tocando algunos frascos aromáticos de un puestecillo cuando, de repente, un hombre con un gran báculo pasó entre la multitud del mercado, haciendo que el silencio se formara. Se subió a una pequeña tarima y habló con voz clara:
-Durante la próxima semana, cada día, desde que salga el Sol hasta que se ponga, atenderé en mi casa a cualquier joven mayor de dieciocho veranos que quiera convertirse en mi aprendiz -Miró fijamente a todos los presentes-. Pero tened en cuenta una cosa: quién no sea apto puede morir en el intento.
Illek empezó a bajar de la tarima, haciendo que los murmullos brotaran entre las personas.
Muchos de los jóvenes sintieron miedo con las palabras de Illek, pero Hallak no. En sus ojos brillaba la chispa de la fascinación.
Pasaron dos días y, al fin, uno de los jóvenes más intrépidos del poblado, se presentó como candidato.
El jóven, Illitan, entró en la casa del chamán cuando el Sol se encontraba en su cénit. Cuando salió, la oscuridad había caído como un manto. La expectación por los resultados había hecho que, a lo largo del día, varios curiosos se fueran agrupando enfrente de la puerta del chamán. Al anochecer era una muchedumbre, entre la cual se encontraba Hallak desde un principio.
La puerta se abrió lentamente, dejando entrever la figura del chamán, resaltada por la luz interior de su morada. Encima de su hombro colgaba el cuerpo inerte de Illitan. Su madre corrió en cuanto reconoció lo que había pasado. Illek dejó el cuerpo en el suelo con suavidad, mientras su madre lloraba desconsolada abrazándolo.
Ese suceso disuadió a cualquier valiente durante cuatro días. El último día Hallak se presentó a primera hora de la mañana.
Sin titubear ni un segundo, alzó el puño y golpeó en la puerta de la casa del chamán. El eco de su llamada retumbó por el interior de la casa.
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CRAWLERS
Action¿Qué harías si tu mundo perfecto desapareciera de la noche a la mañana? Daniel, un joven de 21 años, se enfrentará a la mayor catástrofe que sus ojos hayan podido ver. En las noticias lo han anunciado como "virus muy agresivo". El nivel de alerta e...