Draco.

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Te veo recargado en mi pecho. Reflexiono sobre todo lo que tuvimos que pasar para que estuviéramos así, en la mañana del primer día de casados... Casados. Qué hermoso suena esa palabra. Aún recuerdo el día que te propuse ser completamente mío... El grito de emoción que soltaste todavía suena en mis oídos. Tus brazos envueltos en mi cuello y tus suaves labios posándose sobre los míos. Pero no todo fue de "color rosa", como dicen los muggles. En otras circunstancias me habría molestado hablar como ellos ¿sabes? Pero tú me haz cambiado en cierta manera. Me haz enseñado a ser mejor persona. Y por eso y demás te amo. Aún recuerdo cuando te empecé a ver con otros ojos.

Era en nuestro séptimo curso en Hogwarts. Tiempo después de la Segunda Guerra Mágica. Rita Skeeter había hecho algunas entrevistas y todo el Mundo Mágico enmudeció al saber que no te iban los calderos, y sino las varitas ¿entiendes? No se porque, pero el hecho de que te declararas homosexual hizo que prestará más atención a ti. Bueno, era el séptimo año y yo estaba completamente acabado. Mis padres en Azkaban, mis amigos muertos o desaparecidos (al menos así decían en el Profeta) mi padrino Snape muerto a manos de Voldemort y como cereza del pastel, todos escupiendo con odio hacia mi. No entendía como podría soportar y un día simplemente me arte...

Cegado por una ira contra todos y convenciendome de que era un asco, un desperdicio, un estorbo, corrí hacia la Torre de Astronomía
-confiando en que nadie me hubiera visto- y simplemente me lancé... O así lo pretendía.

Era tu mano la que me sostenía, llorando porque no lo hiciera... En ese momento pensé que eras un verdadero loco... Creo que hasta tú lo pensaste. Me salvaste...

Sólo en ese momento comprendí cuanto te amaba. Llorabas y gritabas palabras para que no lo hiciera. Tus gritos me empezaban a molestar y entonces hice algo realmente (o no) estúpido -y de lo cual no me arrepiento-.

Te besé. No sé porque lo hice pero en ese momento sólo pensaba en tranquilizarte. Tus brazos se envolvieron en mi cuello y mis manos se posaron sobre tu cintura. De pronto sólo quería tenerte lo más cerca posible hacía mi. Cuando el aire empezaba a hacer falta en nuestros pulmones nos separamos pero no acortamos la distancia. Mirabas mis ojos con tanta atención. Y yo hacía lo mismo con los tuyos. Ninguno sabía que decir así que hice lo que me pareció más correcto. Volví a besarte.

-Tenemos mucho de que hablar...-murmuraste con un leve rubor en el rostro. Te pasaste la lengua por los labios y eso sólo confirmó que estaba calado por ti cara rajada hasta los huesos y si bien me había dado cuenta, no quería admitirlo.

Tomé tu mano y nos dirigimos hacia la Sala de los Menesteres. Hablando por horas. Besandonos de vez en vez y a cada momento yo, viéndote con una sonrisa tímida en mi rostro. Y tu con tu irremediable rubor en el rostro.

Y a la mañana siguiente, el rumor de que Harry Potter y Draco Malfoy habían sido vistos demasiado cariñosos por alguien de primer año, se confirmó. Ambos entrabamos con las manos entrelazadas a el Gran Comedor. No había ningún maestro. Pero si habían varios alumnos.

En ese momento no sabía que les habías dicho a tus amigos que te gustaba. Después me explicaste que en un principio la noticia no fue muy bien recibida (específicamente por Ronald Weasley) quién algún tiempo después, se dio cuenta de que a pesar de todo era tu amigo y tenía que apoyarte. Por lo que cuando entramos dispuestos a comer o a tratar de hacerlo, ninguno de último año en la mesa de Gryffindor se sorprendió. Y en la mesa de Slytherin, nadie de los que en años anteriores se había considerado mi amigo parecía importarle.

Pasamos todo el curso así. Como yo tenía una habitación para mi sólo en Slytherin te quedabas a dormir constantemente. Sólo dormir. Mucho después de ese año tuvimos nuestra primera vez.

Tal vez después cuente eso.

Nos habíamos graduado de Hogwarts. Yo no tenía un lugar el cual considerar "casa" así que tú me invitaste a vivir un tiempo en la Mansión Black.

Los dos estábamos probando surte (o yo más bien... ¡Joder! Tu eres el jodido Niño-Que-Vivió-y-Venció. Nadie se negaría a darte trabajo) así que conseguiste enlistarte en la Academia de Aurores. Si bien necesitabas un entrenamiento, ya tenías trabajo asegurado. No tanto como yo; me habían cerrado todas las oportunidades pues tener por apellido Malfoy no ayudaba nada. Sólo quedaba un puesto haciendo pociones curativas en San Mungo, la paga no era mucha pero sin duda ayudaba. Abatido regresé a casa.

Tu me esperabas con una sonrisa. Eso hizo que mi preocupación sobre cómo sobrevivir se esfumara repentinamente. El aroma de carne quemada me hizo salirme de ese trance que me producía verte a los ojos. A esas maravillosas gemas esmeraldas.

-¿No huele a quemado?-pregunté inocentemente. Tu cara pasó de la sorpresa, siguiendo por el terror para pasar por inquietud y terminar en una de desesperación. Me hubiera reído pero tú corriendo hacia la cocina, asustado visiblemente, hizo que mi curiosidad incrementara con creces.

Mirabas angustiado la carne quemada. Al parecer no te habías dado cuenta de que me acercaba hacia ti así que puse mis brazos en tu cintura -en mi posición favorita debo admitir- y te abracé. Diste un pequeño saltito del susto y te llevaste una mano al pecho. Te volteaste lentamente y enrollaste tus brazos a mi cuello.

-¿Qué pretendías? Me habías dicho que no sabías cocinar y... - Pregunté muy curioso.

Paré de hablar al ver tu expresión de culpabilidad. Escondiste el rostro en el hueco de mi cuello.

-Es sólo que -tu voz sonaba amortiguada- sabía que te sería difícil encontrar trabajo y pensé que una cena, o un intento de cena, mejoraría tu humor. Pero todo se arruinó...

Estaba emocionado. Merlín, eso era lo más hermoso que habían hecho por mí. Te besé suavemente y metí mi lengua en tu boca, recorriendo cada milímetro de ella. Tu lengua se entrelazo con la mía e iniciamos una danza sensual sin ir tan de prisa.

Después de ese día todo fue relativamente normal. Ambos ya con trabajo vivíamos juntos. Yo siempre cocinaba así como tú alagabas mis platillos. Pero necesitaba algo ¿sabes?

Necesitaba que tu fueras completamente mío. Aún no logró entender porqué sentía esa inseguridad de que tú simplemente después de un tiempo te cansarias de mí. Ese día saliendo del trabajo me dirijí al callejón Diagon. No tenía mucho dinero y por consiguiente no podía comprarte ese anillo que me habría gustado. El Ministerio de Magia nos había dejado casi en la ruina a los Malfoy... Compre algo que sin duda me gustó mucho. Y viéndote a ti con el en la mano hizo que un rubor se instalará en mi rostro.

Transformado en otra persona gracias a la poción Multijugos que había preparado en San Mungo, me dirijí al que parecía dueño del lugar y sin más compre el anillo.

Quería que fuera perfecto pero con un toque de humor así que me pasé por Sortilejios Weasley y compre varias cosas que sin duda me ayudarían. Con una sonrisa feliz me marché a la Mansión.

Tu veías ese artilugio muggle que llamabas televisión. Al parecer estabas muy entretenido así que te tape los ojos e incline tu cabeza hacia atrás. Te besé en los labios y te sentí sonreír en el beso.

-Tengo algo que darte -Murmuré aún en el beso.

Vi tu mirada de emoción y eso sólo hizo que me emocionara.

Saque la pequeña cajita dentro de una caja multiusos que había comprado dónde los Weasley todavía con el uso de la poción Multijugos. Mientras la habrías miles de escenarios pasaban por mi mente. Si me dirías no o si... Eran muchas cosas. Quedaste con los ojos abiertos de par en par.

-¿Qué es esto?- preguntaste con una cara llena de confusión. Tu voz un poco quebrada.

-La prueba de que quiero que pases el resto de tus días conmigo -Bueno, yo no soy precisamente romántico. Aún así me sorprendió esa seguridad con la que te dije aquellas palabras.

Tu grito me dejó sordo durante un par de minutos. Te sentaste en mi y llenaste mi cara con tus besos...

Besos de lo que nunca me cansaré.

Sólo Tú [Drarry] ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora