Eco & Sombras // Stony

Eco & Sombras

¿Cómo había ocurrido?, ¿qué era lo que estaba pasando en mi cabeza? Ni yo mismo sabría explicar tan extraño desenlace que se había formado.

Inclusive sonrío como si nada, a la ausencia. Eso era lo único que podía alcanzar a divisar con el poco brillo de mis cansados ojos.

Estoy sentado en una de las sillas que se encontraban en aquel sucio bar de aquella Torre que jamás volverá a tener el mismo resplandor de años atrás. ¿Qué era lo que sucedió?, todo había pasado tan rápido que ni yo mismo pude encontrar respuesta a dicha interrogante. Para mí, todo había terminado cuando comenzó; cuando me bajaron de la cima más alta hasta la realidad pura y no tan eficaz.

Era la maldita decepción lo que tenía en mis hombros, aquellos que soportaron todo, ahora ya no más. Simplemente, no me atrevía a ver más allá de lo sucedido, porque no tenía caso que encontrara algún sentido a lo que nunca ocurrió, a lo que nunca pasó. Y yo, con tanta ilusión creía cada puta palabra, cada una. Eso, era lo que detestaba.

Su amigo regresa para arruinar todo, para que yo caiga al fondo del pozo. Para saber que yo soy el villano del cuento de hadas que ellos dos habían creado juntos; lo único que me daba gracia, era la actitud de él, específicamente de él. Yo, sabiendo de lo que era capaz su amigo y él, con simpleza, no veía lo que tenía a su alrededor. ¿Coraje tal vez?, eso no lo sabía siquiera con exactitud. Sólo sabía que había derrochado tiempo perdido que jamás podré recuperar.

Palabras, miles de palabras se dijeron, ¿para qué carajos?, nunca se ocuparon, con ellas jamás se llegaron a una jodida conclusión. Jamás.

Ahora, me encuentro en la soledad absoluta. La única que tiene el derecho de poder escucharme, de poder acompañarme.  Siento mis dientes chocar unos contra otros. No, no estoy enojado, la decepción es lo que me tiene amarrado. Estiro uno de mis brazos a lo largo de la gran barra del mini bar, y alcanzo a rozar aquel material frío pero sedoso al mismo tiempo. Lo vuelvo a rozar, intentando percibir cada detalle del mismo objeto con tan sólo el tacto. Lo tomo de inmediato, sin esperar más tiempo, cerrando mi mano en aquella empuñadura.

Aquel nudo en la garganta cuando sientes que harás algo mal, algo que debe estar mal, lo siento y me sofoca. "Está mal," intento reclamar a mi mente, pero es en vano. Mientras acaricio, la textura del material se presiona en mi mano, calentándose poco a poco. ¿Era así como iba a terminar? Rhodey, Pepper, Natasha, hasta Clint sabían lo que ocurría en mi cabeza, ¿acaso les era fácil de leer?, lo dudo mucho.

Una mueca de desagrado empieza a formarse. "No tienes que hacerlo, no tienes argumentos necesarios; Tony, nos tienes a nosotros." Esa expresión, esas letras juntas. No necesitaba de alguien para poder desahogarme, no era un niño de 9 años. "Tal vez hiciste algo mal, pero eso no implica que lo tengas que hacer." Por tres días seguidos escuchaba las mismas palabras, palabras que no ayudaron ni una mierda. ¡Por favor!, en toda mi vida he hecho cosas malas, cosas que siempre acaban mal. ¿De verdad de eso se basaba mi vida?, ahora todo tenía sentido.

Sostengo con fuerza el arma, a pesar de eso, mi mano tiembla. ¿Miedo?, ¿vergüenza?, ¿enojo?, no tengo la mínima idea. El cañón, lo apunto en dirección a mi pecho. El dolor era el que más me sofocaba, el que nunca me dejó pensar en las cosas. Un clic se hace presente y abarca todo el silencio, mientras mi dedo índice se posiciona en el gatillo.

Cierro mis ojos, ¿por qué tengo miedo?; siento el nudo en la garganta cerrarse más, ¿por qué intento sofocarme en mis propias lágrimas?; mi mano tiembla, ¿es lo único que puedo hacer?; un jadeo incesante surge de mi boca. No, no puedo hacer esto. ¡No puedo afrontar mis propios problemas!, a mis propios demonios. Yo, que los he creado, les tengo temor.

El cañón del arma, sigue posado en mi pecho. Aquel frío que emanaba tal objeto, se convirtió en algo cálido. Puedo sentir cómo el arma se pega más a mí, reclamándome algo que pretendía hacer.