❝Donde JongHyun está celoso por la amistad de Key con TaeMin.❞
🌿A C L A R A C I O N E S:
»Historia para pasar el rato, sin sentido común.
»Contenido explícito y uso de palabras altisonantes.
@-h...
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❝¿Qué nos pasó, por qué nos perdimos, donde quedó aquello que nos prometimos?❞
—✿—
En uno de eso fines de semana que no salgo de casa para nada —literalmente—, excepto en un momento para ir al súper con mi madre. Aunque no suele importarme quedarme en casa los fines de semana, en el fondo espero que TaeMin me llame, y así tener excusa para utilizar la licencia, que he escondido entre las páginas de uno de los ridículos libros de los testigos de Jeova. Pero no me llamo nadie, y como estoy más congelado que la teta de una bruja con brasier metálico, me quedo en casa y me pongo al día con las tareas.
Hago la tarea de cálculo y, cuando la he terminado, me siento con él libro de texto unas tres horas e intento entender lo que acabo de hacer. Así pasó el fin de semana, uno de esos fines de semana en los que tienes tanto tiempo que vas más allá de las respuestas y empiezas a profundizar en las ideas.
El domingo por la noche, mientras estoy en la computadora mirando si hay alguien conectado, la cabeza de mi padre asoma por la puerta.
—Key—me dice—, ¿tienes un segundo para que hablemos en la sala?
Me giro en la silla y me levanto. Se me encoge un poco el estomago, porque la sala es donde peor se esta, la sala en la que te dicen que Santa Claus no existe, en la que se mueren las abuelas, en la que fruncen el ceño viendo las notas y en la que te enteras que la camioneta de los hombres entra en el garaje de las mujeres, sale del garaje, vuelve a entrar, y así sucesivamente hasta que un óvulo se fertiliza.
Mi padre es muy alto, muy delgado y tiene los dedos largos, con los que tamborilea en el brazo del sofá de flores. Me siento frente a él en un sillón demasiado verde y demasiado viejo. Los dedos siguen tamborileando unos treinta y cuatro años, pero mi padre no habré la boca, así que al fin le digo:
—Hola, papá.
Mi padre habla con tono muy formal e intenso. Siempre se dirige a ti como si estuviera informándote que tienes un cáncer terminal, y es lógico, porque en buena medida su trabajo consiste en eso. Me mira con eso ojos tristes e intensos que anuncian el cáncer y me dice:
—Tu madre y yo nos preguntamos que planes tienes.
—Ah, bueno—le digo—. Pensaba irme a dormir pronto. Y mañana a clases. El viernes iré a un concierto. Ya se lo he dicho a mamá.
