¿Viste cuando queres llorar de la nada? No tenes problema alguno o motivo para hacerlo, pero queres llorar y listo. Te invade la impotencia y el mal humor, las ganas de revolear todo a la mierda, de putear y pelearte con todos; la culpa de hacerlo o sentirte así, la desilusión de vos mismo, el rebote de toda palabra que te dicen para calmarte, preguntándote que te pasa, porque estas así, quien es el culpable de tu humor o incluso que hicieron o dijeron ellos para que te pongas de ese modo. Pero nunca hubo culpable, nunca hubo motivo, solamente fueron ganas y listo. Ganas de desahogo, de dejarte hundir en los cristales empañados, de derramar esa lagrima -aunque sea solo una- que tanto tenias guardada, que ya no aguantas mas adentro tuyo, el tenerla acumulada por mucho tiempo un día te hace explotar. Y entonces ahí la largas, ahí te desahogas, ahí se te empañan los cristales, ahí sentís el escalofrío recorriéndote las venas, el viento susurrándote al oído que viene a hacerte compañia, que es un frió de angustia, que se te va a alejar cuando estés bien, que evacues tranquila, que no sientas culpa; ahí doblas las rodillas, ahí te acurrucas en la cama, ahí apoyas la cabeza en la almohada, ahí cerras los ojos. Y lloras. Ahí te estas dejando ser.
Ahí estoy siendo yo.