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Todo mundo ya dormía, mas él se mantenía despierto. De repente sintió voces desde la habitación contigua. Era la voz de su hermana, quien parecía pedirle a su padrastro que se retractara de algo. No sabía por qué, pero temía lo peor. Se mantenía en la cama, inmóvil, cual aquel que padece de parálisis del sueño, despierto, pero incapaz de reaccionar. Y de la nada empezó a sentir golpes. Golpes huecos, apagados, con un sonido como si uno oyera a alguien golpear una pared en una habitación cerrada pero desde otra habitación. El temor se acrecentaba, y él ahí, petrificado. No sabía qué hacer, podían ser desvaríos de su mente, pero, ¿y si no? ¿Y si su hermana corría peligro? Cesó el ruido, y se dispuso a salir de la cálida cama al frío y lúgubre exterior, con la excusa de ir al baño. Miró al cuarto de su hermana y notó su silueta plácidamente descansando en su cama. Miró en el cuarto matrimonial, lo mismo hacía su padrastro. Se metió al baño y dejó la puerta entrecerrada. Hacía sus necesidades mientras la puerta iba de un lado a otro, y de repente, se abrió ligeramente y se cerró con vehemencia. Volvía la intranquilidad. El hecho de que se diera cuenta que eso fue a causa del fuerte viento no lo calmó. Concluyó y se dispuso a regresar a su habitación. Volvió a su cama y una vez allí, se puso a pensar en lo tonto que había sido por imaginar tal escena con tan pocos fundamentos. Sin embargo, es sabido que las gélidas noches de invierno dan lugar a tales sucesos, pero afortunadamente no fue el caso. 2:35 de la mañana, pensaba que en 4 horas debía despertarse y aún no había dormido, sin embargo, encendió su veladora, se puso los lentes, agarró su libreta y escribió: "Todo mundo ya dormía (...)". Los locos pensamientos que genera el insomnio, ¿no?


Locuras de una mente insomneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora