Capítulo Único

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Las heridas estaban marcadas a fuego en su piel. A pesar de las innumerables vendas que tenia por todo el cuerpo, se notaba la gravedad de las heridas que tenía pues la sangre era visible a pesar de las vendas. 

Me duele verlo así, me parte el alma. No quiero que eso le vuelva a pasar, no quiero volver a verlo en aquel estado. Deseo protegerlo, deseo hacerlo. Pero aún soy débil, demasiado débil como para proteger a las personas que más me importan. Y él, justamente él es la persona que más me importa en la faz de la tierra.

A pesar de su estado sigue con una sonrisa en el rostro; a pesar del dolor que sé que lo está carcomiendo sigue sonriendo, sigue ayudando a los demás. Es admirable. Ignorar tu propio dolor para ayudar a los demás, para seguir transmitiendoles esperanza con aquella sonrisa; una sonrisa resplandeciente, una sonrisa que solo las personas mas fuertes son capaces de crear en los peores momentos. Y él, hasta ahora, es la persona más fuerte que conozco.

Pero hasta el cuerpo de la persona más fuerte puede colapsar. 

Lentamente comenzó a perder la fuerza de sus piernas. Su maltrecho cuerpo comenzó a caer. Con rapidez y dolor, lo cogí en el aire, evitando así que se golpeara contra el frío suelo. Sin embargo, no solo el suelo estaba frío, su cuerpo también. 

Me apego más a él, no puede seguir perdiendo calor. Le doy utilidad a mi quirk y trato de calentarlo, sirve por unos instantes, pero el calor lo abandona rápido. Al igual que el brillo en sus ojos.

–Todoroki-kun, lo siento– dijo débilmente. Apenas pude escucharlo.

–No te disculpes– aumente el calor de mi quirk– yo soy el que debe disculparse, no pude ayudarte...no pude protegerte– mi voz se transformó en un leve susurro al final.

– Yo no quiero que alguien me proteja–se esforzó para decir esto

– Ya no hables– puse una mano en su mejilla. Poco a poco estaba cerrando los ojos– por favor–   mi voz se quebró– por favor, no te duermas, no te vayas.

No sé si me Midoriya me habrá escuchado, pero hizo caso omiso de mis palabras y de todos modos cerró los ojos. El pánico me consumió. Por primera vez en mi vida rogue por ayuda, rogue por alguien que pudiera salvarlo. 

No recuerdo mucho que pasó después de que Midoriya cerrara los ojos. Yo también estaba herido, y mi cuerpo no pudo soportar mucho más la presión. Terminé por desplomarme y no supe qué más pasó.

Cuando desperté lo primero que vi fue el techo blanco del hospital. Me tomó unos minutos recordar todo lo que había pasado. Todo vino como una oleada de imágenes, donde la sangre era la que predominaba, los gritos eran la sinfonía de fondo que se escuchaba, y entre todo aquel caos el rostro sonriente y maltrecho de Midoriya apareció. 

Midoriya. Inmediatamente me incorporé, me dolía todo el cuerpo, dolía demasiado, sobre todo la parte del pecho, y no porque tuviera algún golpe de consideración o alguna herida profunda en aquella zona. La desesperación por saber qué había pasado con Izuku me estaba consumiendo, apretando mi pecho, oprimiendo mi corazón hasta el punto de no saber si seguía palpitando o no.

Pero mi corazón volvió a palpitar en cuanto vi el cuerpo del chico en la camilla contigua. Estaba conectado a varias máquinas, pero su corazón seguía latiendo. Midoriya no se había ido, seguía aquí.

Con algo de dificultad me levanté de la camilla y me acerqué a Izuku. Caminar dolía, pero debía comprobar si él seguía aquí y que ésto no era parte de un sueño. Una vez estuve lo suficientemente cerca, toque su mano. Ahora estaba cálida. 

Me quedé durante varias horas al lado de él, esperando a que despertara. Aún me era difícil creer que eso no era un sueño. Espere, y espere, hasta que abrió sus ojos. Aquellos ojos verdes que eran capaz de ver la luz en medio de la oscuridad más profunda.

– Hola–dijo con voz ronca.

– Hola–tenía ganas de llorar. La frustración y la alegría se juntaron en mi e hicieron un gran revoltijo.

Yo no me había dado cuenta, pero él sí lo hizo. Lentamente llevó su mano hasta una de mis mejillas y secó las lágrimas que habían comenzado a correr por ellas. 

El sentir su tacto sobre mi piel me sobrecogió. Las lágrimas afloraron de manera silenciosa y a medida que ellas fluían por mi rostro Midoriya las secaba de manera suave, delicada. Me imagino que así es como una madre le limpia las lágrimas a su hijo.

Era la primera vez que me rompía en años. Con él recordé lo que era llorar de manera desesperada, con él experimente lo que se siente que alguien limpie tus lágrimas, que alguien intente borrar tu dolor. 

Todos tenemos a aquella persona. Aquella que borra nuestro dolor y que lo provoca a la vez; aquella que es la causa de nuestra sonrisa, pero tan fácil como la provoca es capaz de robarla y convertirla en lágrimas. Todos tenemos aquella persona que tiene control sobre nosotros, sobre nuestros corazones. 

A pesar de mis lágrimas miré a Izuku, lo contemplé durante unos instantes. Comencé a acercarme a él. Por unos momentos pensé que él me detendría; pero no fue así, dejo que me acercara lo suficiente como para darle un suave beso. Sus labios eran suaves, quizá demasiado. En cuestión de segundos me volví adicto a ellos, cada vez los necesitaba más, ansiaba tener cada vez más contactos con sus labios de miel. Pero un quejido por parte de Izuku me devolvió a la realidad, él estaba herido, y necesitaba descansar. No quería hacerlo, pero me separe de él.

Midoriya no dijo nada, solo sonreía. Amaba verlo así, sonriendo. Amaba todo de él, realmente lo amaba. Junte mi frente con la de él y sonreí, de manera sincera, como nunca antes lo había hecho. 


El más importante para mi [TodoDeku Oneshot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora