Extra

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EXTRA

Una melodía parecida a unas campanas resonó en una habitación de grandes ventanales. Un bulto se removió bajo las blanquecinas sábanas de una cama situada a unos metros de esos ventanales de transparentes cristales. El suave sonido de las campanas se fue desvaneciendo hasta desaparecer, volviendo a surgir pocos segundos después. Las campanas siguieron sonando y desapareciendo hasta que, a la tercera vez, una mano salió de entre el lío de sábanas y comenzó a tantear por la mesilla de noche hasta que dio con el molesto objeto. El bulto volvió a removerse y acabó por caerse sonoramente de la cama, con las sábanas aún cubriéndole. Algunas patadas y manotazos fueron suficientes para que un joven hiciera su aparición por debajo del lío de sábanas que se había formado en el suelo. El chico recorrió con ojos cansados la habitación y, una vez que se dio cuenta de que se encontraba en el suelo, se levantó lentamente y se sentó en el borde de la cama. El joven moreno sintió la tentación de volverse a recostar en su mullido colchón, pero el sonido de las campanas le sacó de golpe aquellos pensamientos. Comenzó a revolver entre las sábanas y rescató el despertador de aquel mar blanquecino, apagándolo una vez que lo tuvo en sus manos. Antes de volver a dejarlo en la mesilla, lo miró con el ceño fruncido. El chico abrió el cajón de la mesilla y sacó su móvil, lo encendió y comprobó que la hora que marcaba el despertador estaba bien. Eran las ocho de la mañana. De un sábado. ¿Por qué demonios se habría puesto el despertador tan pronto? Y además en un día en el que no tenía que madrugar para ir al instituto...

"Ah, claro".

Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos con fuerza. ¿Cómo se le había podido olvidar?

A las nueve tenía...

Su rostro se encendió nada más pensar en ello.

A las nueve tenía una cita con Shizuo.

El chico se levantó rápidamente y se dirigió al baño para darse una ducha rápida. Dejó que el agua corriera y resbalase por su cuerpo, llevándose el cansancio y trayéndole a su vez los recuerdos de la semana pasada.

Al ver que Shizuo no salía de la enfermería para avisar del estado de Izaya, los dos jóvenes y las dos niñas se atrevieron a abrir la puerta. Ya esperaban que el joven rubio les gritase, les lanzase algo o tal vez ambas cosas pero, al no escuchar nada, entraron completamente en la habitación. La boca de Mairu se abrió de par en par, la expresión de Kururi permaneció inexpresiva, la sonrisa de Shinra se ensanchó de forma peligrosa y Kadota soltó un largo y pesado suspiro. Pero aquella escena valía todas esas reacciones y más. No todos los días podías ver a Orihara Izaya durmiendo tranquilamente recostado en el pecho de Heiwajima Shizuo mientras este le abrazaba posesivamente.

Una pequeña luz surgió en la habitación.

Kadota se giró para mirar a Shinra y, en vez de ver a su amigo, parecía que estaba contemplando al gato de Cheshire. Aunque un gato de Cheshire con un móvil en la mano y sacando fotos sin parar a los dos jóvenes que dormían plácidamente.

- Nunca está de más tener algo con lo que poder chantajear a Izaya – sonrió Shinra a modo de excusa mientras seguía con las fotos.

Unos días después, Shinra cumplió lo hablado con Kadota y le mandó a Izaya las fotografías. El chico moreno le amenazó con matarle de las formas más horribles, crueles y dolorosas que se le ocurrieron, pero Shinra se limitó a reírse. Finalmente, ambos consiguieron llegar a un acuerdo.

AL DÍA SIGUIENTE EN EL INSTITUTO

La sirena que marcaba el final de las clases comenzó a sonar y los alumnos empezaron a guardar sus libros a toda prisa para salir de allí lo antes posible. Izaya recogió sus cosas más rápido de lo normal y, antes de abandonar la clase, pasó cerca del asiento de Shizuo. El rubio le observó mientras dejaba la clase y fue por eso por lo que advirtió que a Izaya se le había caído un pequeño papel. Lo recogió y se acercó a la puerta de la clase.

Rima XXXIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora