Tengo la sospecha
De que todo lo que empieza acaba mal
De un modo inesperado
Nunca el deseado nos encontrará
~Iván Ferreiro. Paraisos Perdidos.~------------------------
Recuerdo el día que te vi por primera vez. Tú no eras para mí más que un rival político. Un profesor de universidad que había decidido fundar un partido y asaltar el congreso. Aún no comprendía como habías sido capaz de atraer a tanta gente a tu partido. Aún no comprendo cómo me atrajiste hacia tus brazos...
¿Recuerdas Pablo los baños del congreso? Nosotros, jadeando en silencio, explorando cada centímetro de nuestros cuerpos. Fue la legislalatura más corta de la historia y también la más feliz que he vivido. Pero bien sabes que todo lo que empieza acaba mal. Y mal acabó nuestra historia.
Yo lo sabía. Tu no sentías nada por mí. Te excitaba que me pusiese nervioso al debatir contigo, te encantaba mirarme con esa sonrisa de superioridad mientras me pedías calma. Y he de reconocerte que a mi también.
¡Éramos tan felices Pablo! ¿O acaso tu no lo eras? Las tardes en Madrid paseando y charlando sobre la situación de España. Las discusiones en el Congreso, acaloradas pero no tanto como cuando hacíamos las paces en tu piso (aún recuerdo como ladraba tu perro desde el otro lado de la puerta mientras tú y yo nos deshacíamos en caricias.
Pero entonces todo se derrumbó a mi alrededor.
Habíamos pasado la noche anterior juntos y yo me sentía el hombre más afortunado sobre la faz de la Tierra. Y tú. Tú Pablo le besaste. Ante los ojos de toda España. Besaste a Dòmenech. Yo no entendía nada.
Esa tarde no me hablaste y no sabía que hacer. Al día siguiente reuní fuerzas y te pregunté por qué habías hecho eso. Tú me regalaste una sonrisa y me dijiste que te sentías atraído por él. Yo no entendía Pablo. Y tu debiste notar mi desconcierto.
Me contaste cómo habías tenido mas escarceos amorosos con otras personas. Que lo nuestro era imposible, era solo por diversión, que lo sentias, que creías que yo sabia que no había más que sexo. Pero no lo sabia Pablo. Yo te quería. Me sentí roto, traicionado. No dudé ni un segundo en abandonar la mesa que Garzón había montado para tratar un gobierno de izquierdas y me lancé a los brazos de Albert. Traté de forzar que te abstuvieras y así humillarte. Formaría un gobierno sin ti. Pero no funcionó. Pensaba que sentías algo por mí y que votarías si o te abstendrías para que yo pudiera gobernar ¡Sabias que ese era mi sueño!
Así acabo esa legislatura.
Tú por aquel entonces comenzaste a tontear con Garzón y con otros muchos que prefiero no saber. Yo trataba de recuperarte. Aún te quería. Tú me echabas en cara ser un narcisista y decias que sólo pensaba en mi.
Pero ya se ha acabado Pablo. Yo no puedo seguir así. Esta nueva legislatura ya ha comenzado. Los dos hemos tenido malos resultados. Los míos mucho peores. Esperaba tu llamada. Una palabra de animo. Pero no hubo nada. Solo discursos agresivos. Ya no fluía el amor en la política española o al menos no entre nosotros.
Esta será la última carta que te escriba. No se si has leido las demás. Ya no te voy a esperar más Pablo. Ojalá algún día entiendas el daño que me hiciste.
Hasta siempre.
Te quería:
Pedro.