PRÓLOGO - PARTE 1 :
Un café, un puro, una mesa solitaria, ocupada por un hombre, siempre estaba puntual en aquel local, no podía dejar de observar, día a día, a una chiquilla, que más bien era adolescente, siempre vagando por esa calle, buscando una pequeña ayuda en los transeúntes, para poder sobrevivir, se lamentaba por aquella situación tan precaria, aunque estaba algo acostumbrado a verla, no podía soportar verla así, aunque era un hombre extraño, solitario, y algo tosco, empezó a pensar en alguna forma de ayudarla.
La joven chica de cabello desaliñado y sucio, tal era la suciedad que se confundía su castaño claro con un gris ceniza, sus ropas, tampoco acompañaban para mejorar su imagen, una camisa de hombre descosida por las mangas, llena de manchas, a saber de que, sus pantalones vaqueros seguían el mismo camino, pero la chica no se podía permitir el lujo de comprarse ropa nueva, lo poco que ganaba lo usaba para comida y poco más, lo único que animaba a la chica era saber, que la cosa no podía ir a peor.
Aquel hombre ya entrado en años, al terminar el café salió a la calle la cual estaba cubierta por la leve niebla que se levantaba ciertas mañanas, atravesando el bao que salía de su propia boca, se acercó de forma disimulada a la chica, observándola, aunque ella estaba ensimismada en la gente que paseaba.
Ésta tenía una gran afición, observar a los paseantes, e inventarse historias teniendo a estos como protagonistas para que así el tiempo pasara más rápido y se le hiciera más ameno su día a día.
Helena, que así se llamaba, echó mano de la mochila que había a su lado para sacar una pieza de fruta, una manzana roja, aún no había desayunado, y para un día que tenía algo medianamente decente, no iba a dejar que se muriera de risa en la mochila. Comenzó a dar pequeños mordiscos, mientras su mente se divertía haciendo historias con las personas que por ahí pasaban.
Continuará...
PRÓLOGO - PARTE 2
Era triste ver como aquella : chica sostenía esa manzana como un objeto preciado, ya que para ella sería el mejor de los manjares, mientras masticaba, él se puso detrás, observándola, aunque quedó durante unos instantes paralizado sin decir nada, se inclinó hacia ella posando la punta de sus dedos en el hombro de esta, llamando su atención, de forma enmudecida.
Helena seguía absorta en sus pensamientos, no pudo imaginar que sentiría algo rozar su hombro. Dio un respingo, se echó hacia delante cayendo al suelo y bruscamente se giró apoyando sus hombros, y elevando medio cuerpo, por culpa de ese sobresalto la manzana que estaba comiendo cayó en un charco y se echó a perder. Centró su mirada en el hombre, ya mayor, le miró con desdén Éste por fin habló.
- Tranquila muchacha - Dijo el hombre extendiendo su mano para ayudarla a levantarse - ¿No prefieres comer algo mejor? acompáñame, quiero explicarte una cosa - El señor mayor no estaba acostumbrado demasiado al trato social, y menos con una chica de la calle, la forma de expresarse que tenía era algo carente de sentimientos, pero sus intenciones puede que fueran diferentes.
Helena Dudó unos instantes en si debía o no, aceptar la caridad de ese hombre, pero de un pequeño salto se incorporó.
- ¿Algo mejor..? - Helena parecía dudar de las palabras del hombre, la pobre, había aprendido a ser desconfiada de todo el mundo, y más de un desconocido - ¿Qué me va a explicar?.. - Quiso saber... no le daba buena espina, y quería asegurarse antes de dar un paso en falso y arruinarse mas de lo que estaba.
- ¿Es que no te gustan los dulces? en ese café los ponen muy buenos - Dijo señalando el sitio donde había desayunado - Conozco al dueño, son buena gente, y bien, ¿Me acompañas?, por cierto, mi nombre es Aleksey, perdona mis modales... - Aleksey aunque algo recio al hablar, intentaba ser amable, y sin dejar responder a Helena se dispuso a cruzar la carretera, también cabía destacar su curiosa forma de hablar, la cual daba a entender que era extranjero, su teoría se confirmó al decir su nombre. No esperó a Helena, a si que no tuvo más remedio que seguirlo unos pasos por detrás, mientras caminaba ésta se preguntaba por que ese hombre quería darla de comer, aun que no le dio muchas vueltas , la palabra "Dulces" era una atracción muy suculenta para sus oídos, nublando así su sentido común que le decía a gritos "Vete, no confíes en él", pero estaba demasiado hambrienta como para rechazar una invitación así, el sitio era extrañamente acogedor...