En un beso sabrás todo lo que he callado...

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El verano había comenzado y no solo se notaba por las olas de calor que habían empezado hace una semana y que amenazaban con derretir a cualquier persona que desafiara al sol sino porque  las calles de Madrid estaban completamente abarrotadas de gente, jóvenes con ganas de comerse el verano de un bocado, niños que correteaban ansiosos por llegar a darse el primer chapuzón del año en la pequeña piscina municipal de Rascafría o niñas que aprovechando el calor iban enseñando más de lo permitido. Y desde una pequeña  ventana, Lena estaba observando a los habitantes de este pequeño pueblo, quería conocerlos a todos, saber sus gustos y sus inquietudes, desde la pequeña María hasta la señora Pérez, como si todo esto la pudiera salvar de otra mudanza más. Pensaba que esta vez era diferente que podría empezar en un sitio y echar raíces allí, conocer gente nueva y entablar algunas amistades, en resumen ser una adolescente de 17 años normal y corriente, pero a su madre le habían ofrecido el trabajo de su vida, cosa que decía siempre que le ofrecían uno, y ella y sus dos hermanos no le podían negar nada a la persona que más cosas había sacrificado por sus hijos.

-¡Lena date prisa o vais a perder el autobús!- La voz venia de la planta baja, era su madre Irene.

-¡Si mamá ya bajo!- respondió con voz monótona.

Lena hecho un último vistazo fuera a través de su ventana e intento grabar cado uno de los detalles de aquel pequeño pueblo y con resignación se levanto y terminó de hacer su maleta, no tardó más de dos minutos ya que tampoco le preocupaba mucho la ropa que se iba a llevar. Cuando acabó, cerró la maleta, la cogió y se encaminó hacia las escaleras y allí estaban dos maletas iguales que las suyas llenas de ropa hasta rebosar, por supuesto eran de su hermana Miriam, la rubia y perfecta Miriam. Ella era un año más mayor que Lena  pero las dos estaban en el mismo curso ya que Miriam, o Minie como la llamaban todos, había repetido un curso. Minie era alta, en eso había salido a su padre, rondaba metro ochenta y tenía una melena larga y dorada que era la causante de la envidia de muchas chichas de su edad. A deferencia de Lena, Minie gozaba de bastante experiencia con chicos ya que las continuas mudanzas o el poco tiempo que pasasen en el pueblo  o la ciudad nunca había sido un impedimento para relacionarse con el sexo opuesto. Sin embargo Lena, siempre se había mantenido en la sombra que creaba su hermana por donde pasaba, y este hecho no le entristecía ya que ella prefería encerrarse en su mundo de los libros y poder soñar con un mundo mejor sin guerras, ni hambre, ni tantas diferencias económicas entre ricos y pobres, sus libros preferidos eran los fantásticos. Le absorbían buena parte del día esas historias en las que los protagonistas poseían magia y podían moverse por el mundo a su antojo, pero sin embargo odiaba las historias en las que la chica se convierte en la “chica en apuros” y el chico guapo y apuesto tenía que socorrerla. Para Lena esas historias estaban destruyendo la literatura y hacían que las niñas creyesen en falsos príncipes azules que vendrían a ayudarlas como buenos caballeros andantes. Cada día estaba más convencida de que esos chicos “perfectos” no existían y cuando veía que los chicos solo querían salir con su hermana porque era la novedad rubia despampanante se le revolvían las tripas, por este motivo no quería saber por ahora nada de chicos.

 Por otro lado estaba el pequeño Jake que tenía cinco años y nunca se estaba quieto, era un verdadero torbellino. Jake  era el dolor de cabeza de la familia al completo desde que se levantaban hasta que se acostaban y al día siguiente vuelta a empezar.  Nunca lo había visto sentado en un mismo sitio por más de veinte minutos, el pequeño de la familia necesitaba estar siempre en movimiento. Adoraba jugar con cualquier cosa pero con lo que más se divertía era jugando a ser un caballero de la mesa redonda “Lord Jake González”, quedo claro que el pequeño tenía mucha imaginación cuando una mañana bajo de su cuarto empapelado de arriba abajo con papel de aluminio como si fuera su armadura, cuando las dos hermanas lo vieron bajar con esas pintas no pudieron evitar reírse a carcajada limpia. Pero lo que ya no le hacía tanta gracia a Lena era cuando su hermano lloriqueaba por no tener un caballo y su madre para calmar su llanto le suplicaba a Lena que se pusiese a cuatro patas para que el niño pudiera subirse encima y creerse todo un caballero. Además el pequeño sentía una enorme devoción por las motos y siempre repetía hinchándose de orgullo: “cuando sea mayor tendré una moto grande para llevar a todas mis novias a la piscina de bolas”. Porque otra cosa no pero el peque de la casa tenía novias para dar y regalar, cada día llegaba a casa y hablaba de su nueva novia y es que las chicas no lo tenía muy difícil para conquistarlo, les valía con que le comprasen un dulce de chocolate para conquistarlo.

Por último estaba el pilar fundamental de la familia: Irene. Irene era una mujer extrovertida, alegre y con un espíritu demasiado joven según el punto de vista de sus dos hijas, era una mujer que siempre vestía con ropa colorida ya que desde que se murió su marido nunca se volvió a poner una prenda negra, ya que pensaba que de este modo él vería desde donde estuviese que ella y sus hijos eran felices. Mario, se murió el día en el que nació Jake, era de noche y le llamaron al trabajo informándole de que su mujer estaba en el hospital y acaba de romper aguas, Mario no dudo un segundo en coger el coche y salir a toda velocidad hacía el hospital donde su mujer había sido ingresada con tan mala suerte que se choco con camión en la carretera. Cuando Mario murió dejó a Irene sola con un bebé recién nacido y dos hijas asustadas de doce y trece años, al estar sola aprendió a sacarse las castañas del fuego y esta es una lección que siempre les ha intentado enseñar a sus hijos. Irene, era una buena madre que siempre se preocupaba por sus hijos, estaba totalmente volcada a ellos y a su trabajo. Trabajaba como repostera en una pastelería y le habían concedido el privilegio de trabajar codo con codo con uno de los reposteros más conocidos en el mundo de la repostería, Miguel Sánchez; para ella era todo un honor y por eso no dudo en volver a mudarse al barrio de San Gonzalo a pesar se suponer otro cambio para sus hijos.

Ahí teneis una foto de Lena :)

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2013 ⏰

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