1. El fantasma de la biblioteca.

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1.

Tom la estaba observando fijamente desde el rincón sombrío y polvoriento.

Desde hacía un par de semanas, cuando Vanesa había comenzado a trabajar en la biblioteca de la universidad, su estadía se había hecho un poco más amena. Pese a que se había burlado cada vez que ella le mencionaba que por las noches estaba segura de que había algo vigilándola desde atrás de las estanterías, internamente tenía que reconocer que él tenía esa misma sensación. Sin importar lo que pasara, nunca lo reconocería, porque de hacerlo temía que Vanesa tomara la drástica decisión de renunciar.

El cambio había sido un poco duro para ella, pero para ser su primer trabajo lo estaba haciendo mejor de lo que ella misma podía reconocer. Ya no tenía casi tiempo libre, aunque no le importaba porque eso la había podido acercar un poco más a Tom.

Él podía pasar horas sentado, leyendo sus libros y avanzando tanto como le era posible todo aquello que le había quedado pendiente de meses anteriores. Sentía que no importaba todo lo que se estuviese esforzando, siempre había algo que se le estaba olvidando. Tom no quería confesarlo, pero desde que se había mudado y había retomado su antigua vida, las cosas que había dejado atrás llegaban a su mente como recuerdos que lo entristecían. Él sabía que nunca se iba a arrepentir de la decisión que había tomado, pero no se podía engañar a sí mismo, a veces deseaba tomar un tren y volver a Paris para reencontrarse con las personas y todo lo que había dejado allá.

Sus amigos cada vez le escribían menos, y sus recuerdos estaban comenzando a parecer lejanos, como si hubiesen pasado años.

Se había creado una especia de rutina. Trataba de acomodar sus horarios para que calzaran con los de ella. Le gustaba cuando Vanesa tenía turnos por la madrugada, porque era cuando la biblioteca estaba más sola que nunca. El silencio era aterrador.

Vanesa respetaba su espacio y se mantenía siempre al margen, sentada detrás del mostrador. A veces, cuando se acercaba para mirarla, notaba que se dormía contra el respaldo de la silla.

No la culpaba, por las noches casi nunca había nada bueno que hacer. De vez en cuando llegaba alguien que no estaba ahí por más de dos horas, y a veces, cuando solo eran ellos dos, se podían dar algunos lujos y Tom la acompañaba con algo de comer antes de ir a su rincón favorito para comenzar a estudiar.

Eran cerca de las tres cuando sintió que sus ojos se estaban cerrando mientras luchaba por entender lo que estaba leyendo. Se pasó las manos por el rostro y decidió que era suficiente. Estaba a tan solo unos días de dar sus exámenes finales y todavía no se sentía del todo preparado. Sentía tanta presión que no era capaz ni siquiera de dormir bien por las noches, pese al cansancio y el sueño. No como Vanesa. A veces la envidiaba un poco.

Se levantó de su asiento y caminó a paso lento hasta su lado. Estaba en medio de una película, el único ruido que se escuchaba por el lugar, aparte de sus suaves ronquidos. Tom apagó la computadora y rodeó el escritorio para despertarla. Vanesa abrió los ojos de golpe cuando tocó su hombro.

—Mierda, me quedé dormida de nuevo.

—Descuida —Tom se reacomodó en el asiento junto a ella—. No ha venido nadie.

—¿Cuánto tiempo dormí? —preguntó ella, mientras intentaba disimular el sueño y las ganas de largarse de ahí—. Son las tres.

—No sé. —Tom se encogió de hombros—. Yo terminé por hoy.

—Todavía me queda una hora.

—No llegará nadie —dijo él mientras se recargaba contra el mesón. Estaba tan cansado que fácilmente podía caer rendido en ese mismo lugar—. ¿Y si le preguntas a Ben si ya te puedes ir?

Tom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora