Aquella noche, Billy no podía dormir. Estaba acostado en su cama, mirando al techo con la mente en blanco, cuando la pantalla de su ordenador se encendió sola.
-No es nada Billy, suele pasar siempre.-pensaba Billy, intentando convencerse, ya que era un chico muy miedoso.
Como no conseguía dormir, decidió levantarse, dirigirse al cuarto de baño para llenar la botella de agua, y así poder beber un poco. Al volver a su dormitorio y acostarse, Billy empezó a escuchar el grifo gotear.
-Alomejor no he cerrado bien el grifo.-volvió a pensar.
Se dirigió hacia el cuarto de baño, y al encender la luz, pudo comprobar que el grifo estaba bien cerrado, y no goteaba, sin embargo, se podía escuchar las gotas caer.
-Serán las tuberías.-se dijo, y volvió a la cama.
Pasado un rato, su gata, Lana, se levantó de su cama, y se dirigió hacia la puerta entreabierta del cuarto de Billy, y una vez salió, empezó a maullar con una vocecilla aguda.
-Lana, ven aquí, vuelve a tu cama y no hagas ruido, no es hora de jugar.-dijo Billy.
Al ver que no volvía, y seguía maullando, Billy se dirigió a la puerta de su cuarto, y cuando abrió, en la oscuridad, dirigió la mirada hacia su gata, se acercó a ella, y se agachó para cogerla, su sorpresa fue, que la gata estaba al lado de unos pies desnudos. Billy levantó la mirada, encontrandose con unos ojos blancos que le miraban fijamente, Billy se cayó hacia atrás, consiguiendo ver una figura que parecía humana, pero era oscura, tanto que antes no había podido verla en la oscuridad de la noche.
Al día siguiente, la madre de Billy se dirigió a su cuarto para despertarlo, lo que vió fue a la gata acostada en la cama vacía de Billy, y a su lado una nota:
"Mamá, no es tu culpa lo que me ha pasado, ha sido la sombra la que me ha llamado".
Nadie más volvió a saber nada de Billy.