El Soldado de Cristal.

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Parte única.

Un mundo de oscuridad había invadido sus sentidos, el miedo y el nerviosismo le consumían el cuerpo hasta el punto de hacerle temblar las manos, pero aún después de todo eso, no sentía nada. Simplemente no sentía, estaba fuera de si. Lo supo después de varias horas, cuando su vista aún no estaba en su punto de acceso y el silencio había reinado el lugar en dónde no sabía dónde le trasladaba.

Aunque no veía nada, sabía a dónde se dirigía. No el lugar exacto en dónde quedaba, pero si a qué iba a hacer allí, y cómo terminaría. No le gustaba para nada, no por él, si no por la gente a su alrededor. Madres, abuelos, niños. Aún podía escuchar el llanto de un niño, antes de subirse al tren. Fue lo último que vio. Las lágrimas del niño caer por sus angelicales ojos, inyectados en sangre, completos en tristeza. Él se sentía tan mal por el pobre niño, que aunque no lo conocía, lloró con él. Lloró por él.

Un tirón en su brazo le hizo levantar, a él y a unas varias personas que iban junto a él, lo que le aliviaba por lo menos un poco, ser sólo parte del montón y no un personaje único que atraía toda la atención. Mas aún, su vista aún no estaba permitida, lo que le inquietaba, ya que prefería saber cuál era su rumbo, porque sabía que no podría salir de allí ni aunque no quisiera.

—Hay niños aquí — le habló al hombre que le llevaba del brazo, haciendo que éste le apretara el brazo aún más, probablemente dejando la marca de sus dedos. Por lo menos trató de hacer que sintiera culpabilidad o algo de compasión, pero lo único que logró de él había sido repugno.

—Cállate, judío.

No fueron las palabras las que le molestaron, más bien fue el tono despectivo que usó al hablar. Como si le estuviera hablando a algún homicida, violador, o alguien que haya hecho algún delito grave. Pero no había hecho nada de aquello, su único pecado fue pedir la libertad por su religión, algo que creía que se le debía consedir. Gracias a eso estaba en este rumbo, el de su asesinato.

Hay gente que de verdad merecía ser eliminada, los asesinos, los ladrones, los violadores. Pero él no. No lo merecía, y ninguna de las personas que estaban ahí tampoco. Eran considerados criminales, pero en realidad son incomprendidos de la sociedad, que buscan libertad para poder expresar quienes son en realidad.

El soldado que le llevaba del brazo le pateó las rodillas haciendo que cayera sobre estas, y la bolsa que llevaba en la cabeza finalmente fue retirada haciendo que su campo de visión se expandiera. No era mucho, el exterior, una alta cerca y miles de personas como él, con la diferencia que estas usaban rayas, algo que se le obligaría hacer después de su ingreso. En ese momento, estaba acariciando sus ropas con la yema de sus dedos, disfrutando el tacto del último trapo propio que podría usar.

—Nombre — habló otro hombre con un libro grueso, y un lápiz, escribiendo con su zurda. Igual que él. En muchos aspectos era igual a los soldados, o la la gente "normal". Él tenía dos ojos, una nariz, una boca, como cualquier persona, ¿Por qué no podían tratarlo como tal? —¡Habla, judío! — le exigió con el tono que usaría un león para espantar a su domador.

—Niall Horan — respondió a secas, sin ninguna emoción ni expresión. No los dejaría. Por dentro, se estaba derritiendo del terror, esperando su muerte lo más rápido posible para poder salir de ese infierno. Pero por fuera, no mostraba ninguna de aquellas emociones, porque no quería hacerles ver que él era débil, por más que lo fuera. Sólo estaba demostrando su cáscara, y hasta que nadie pudiera romperla, seguiría así.

No fue hasta que el mismo hombre que lo sacó del tren lo levantó para llevarlo a una especie de fuerte, de donde salían y entraban más personas como él. Estaba caminando apresurado cuando lo vio, caminando junto a su persona y notó que él también se dio cuenta de su presencia, ya que sintió como se giró sin pudor alguno después de haber pasado por su lado, con los ojos abiertos tan grandes como sus mentiras lo fueron. Pasó saliva al sólo saber que estaba en el mismo lugar que él, pero en diferentes posiciones.

El Soldado » Narry Storan One Shot. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora