Qué bella noche para el desgraciado mundo

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Izquierda, derecha; arriba y abajo.

Corre que te pillo.

Que la melodía del fin te va atrapar.

La confortable brisa lo abrazaba mientras corría contando los segundos mentalmente para ver su objetivo cumplido.

¿Cuántos segundos había contando desde que lo conoció?

Esa pregunta cargaba con una sola respuesta mas mil y un sensaciones se amoldaban a ella, el joven no quería realmente saber cuáles eran aquellas.

El solo quería paz, y sabía que solo podía ser conseguida mediante la exterminación de dicha peste.

Debería correr más rápido.

El tiempo marchó al son de la sonata que la ciudad provocaba y sumergía a todo aquel que dejaba su vida pasar por esta única y retorcida ciudad.

Saltaba, corría; esquivaba pero lo más importante era la sonrisa satisfactoria que se asomaba a través de esos finos labios. El amaba ser perseguido, lo adoraba pero a la vez odiaba por el sentimiento que le generaba, bastante contradictorio, pero todo era así ¿no?

Todos sus humanos lo eran, ¿Por qué él no lo sería?

Porque él era un dios, un dios que amaba a la humanidad más que cualquier otra, un dios que vivía y se dejaba usar por ellos.

Que placentero era observarlos, manipularlos.

No podía permitirse un error.

Mas había uno, tenía nombre y apellido, ese monstruo con piel de humano, ese ser que interactuaba con sus interesantes marionetas.

Heiwajima Shizuo tenía que ser eliminado a toda costa, y que mejor que aquel que odiaba a los monstruos.

Que comience la danza.

Un bramido colmado de ira se extendía por todo el barrio por el cual andaba metido, olió la brisa que pasaba en contra suya. Levanto la vista victoriosa.

Lo había encontrado.

Borgoña y ámbar relucieron frente a frente, dejando por ella escapar el único sentimiento que compartían.

Odio.

"Se oyen chasquear los huesos de los bailarines."

Golpe, maquina; grito y otro golpe.

Risa, salto, lanza; media vuelta y escapa.

De vuelta a lo mismo.

Nuevamente a lo mismo, la misma historia, la misma danza que sacaban a la luz cada vez que sus ojos se encontraban. No importaba el lugar, hora o fecha, siempre era lo mismo.

Pero los sentimientos fueron rotando, sobre todo aquel día...

Golpeado cual pelota de beisbol, el dios cayó a la tierra. Agradeciendo el estar vivo aunque fuera un poco huyó lentamente.

La muerte venía detrás de él.

Hoy era su último baile.

La navaja bailaba de aquí a allá por el torso de la bestia, una vuelta y nuevamente el dios caía al piso junto a sus objetivos.

¡El velo se cayó! La bailarina está desnuda, su bailarín la abraza amorosamente.

Apoyado en un sucio poste de luz, sujetando su vida trató de danzar nuevamente, pero sus humanos lo sorprendían nuevamente con un cuchillo en el abdomen. Agotado miro a su monstruo, a su bestia, a su dichosa muerte que lo perseguía desde joven.

Sonrió, ¡había perdido!, ¡el dios había caído!

Solo esperaba sentir como aquellos brazos lo rodeaban para darle el suspiro final.

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En fin, esto fue algo corto, pero estaba escuchando "Le Danse Macabre" de Camille Saint-Saëns. Y pues se me vino algo pequeño a la mente y decidí escribirlo tal cual. Tal vez ni se entienda mucho, bueno espero que no.

Si tienen alguna opinión sobre el escrito, están invitados a dejarla!

¡Ojalá les haya gustado! Que

Danza MacabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora