𝐉𝐮𝐬𝐭 𝐥𝐢𝐤𝐞 𝐚 𝐇𝐞𝐚𝐯𝐞𝐧

I

—¡Marie, por favor si no te apuras vamos a llegar tarde otra vez a clases! — Escuché aquélla inconfundible voz desde la calle.

Anoche me había dormido cerca de las 03:00 am escuchando música y viendo vídeos en YouTube, de esos videos de curiosidades totalmente inútiles para la vida, por ello, la opción de madrugar para ir a la escuela, se había hecho totalmente imposible. Intenté arreglar mi cabello lo mejor que podía, un cepillado por aquí y allá, para luego salir corriendo con la mitad de un pan con queso en la boca.
Allí estaba él, con un rostro de no mucha felicidad, pero sabía bien que no se podría enojar demasiado conmigo, ya que por supuesto yo, era la mujer más importante de su vida, claro, después de su mamá.

—¡Tae! — Sonreí lo mejor que pude. Debía hacer que se le pasara el enojo o de lo contrario el trayecto hasta la escuela se me haría largo y aburrido. — ¡Buenos días a la persona más bonita de toda la ciudad!

—Sabes que con eso no solucionas nada, no puedo llegar atrasado otra vez o me suspenderán por unos días. Ya van dos atrasos en la semana y sabes que últimamente la escuela se escandaliza por todo.

—Pues entonces no te quedes ahí como un tonto y camina. — Tomé de su brazo con el mío, provocando que éste comenzara a caminar a la par mía, tratando de calmar la situación con una gran sonrisa en el rostro. –Primera vez que soy yo la que se tarda, siempre eres tú. Algún día debía tocarme a mí.

Lo conocía desde que éramos unos niños. Ambos viviamos en la misma cuadra e ibamos en la misma escuela, pero en diferentes clases. La verdad es que siempre había llamado mí atención, pero jamás le hablé.
Fue recién cuando entramos a la secundaria y concidimos en clases que comenzó nuestra amistad.

Hace un tiempo me había confesado que cuando éramos pequeños, él me odiaba por mi irritante personalidad y también fue allí cuando le dije que por al contrario, yo siempre lo había encontrado tierno y en varias ocasiones incluso se me había pasado por la cabeza el coquetearle.
Nuestra confianza era única e inigualable, al igual que esas películas de mejores amigos que muestran en la televisión, en varias oportunidades, en vez de lucir como colegas, parecía que ya hubiéramos llevado varios años de matrimonio. Todos en la clase, escuela e incluso nuestros padres pensaban que estábamos saliendo, pero eso... no era verdad. El estaba saliendo hace un año con una chica de otra escuela que había conocido a través de unos amigos, era bastante popular con las chicas, ya que tenía un estilo único, llamaba bastante la atención, me encantaba abrazarlo en los tiempos libres de la escuela, para que las demás murieran de envidia. Tampoco era que yo me quedara atrás, también tenía bastante suerte con los chicos, solo que no tenía muchas ganas de estar en una relación, así que solo estaba el rato con ellos y después ya los dejaba por ahí.

Teníamos las cosas bien claras, lo juro. Hasta que un día, en un fiesta de cumpleaños algo completamente increíble y extraño sucedió.

No estaba muy segura qué vestir, no estaba muy acostumbrada a ir a  fiestas. A pesar de tener dieciséis años, mis padres nunca me habían dado tanta libertad para salir, de hecho esta vez iría a una pijamada de solo y exclusivamente chicas, sin chicos, sin alcohol, sin música.

El lugar estaba bastante lleno, no pensé que el evento se volvería tan masivo. Mis amigas estaban sentadas cerca de la entrada del lugar, fue allí cuando me acerqué a ellas y las saludé con una emoción única. Al fin estábamos en una fiesta las cuatro juntas.

—Ya que estamos las cuatro debemos beber hasta perder la conciencia y no quiero nada de peros. — Dijo Marcela, la celebrada del día y también la amiga más fiestera que se podría tener. A veces me pregunta como era posible que un ser pudiera ser capaz de beber tanto y seguir como si nada, yo al segundo vaso ya estaba riéndome con el parlante, contándole las mil formas en que asesinaría a la profesora de matemáticas.
Nadie se opuso a las palabras de la joven de piel canela, por el contrario se apoyó totalmente.