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-¡Vamos Brooklyn, levanta! -gritó Gisela desde el cuarto de baño.

Al ver que su hermana no movía ni un músculo, decidió ir a la habitación y despertarla como sólo ella sabía. Llenó un vaso de agua y le añadió dos cubitos de hielo.
Entró al dormitorio, donde no había ni un rayito de luz y esquivó como pudo todos los trastos que tenía Brooklyn en el suelo con sus tacones. Llegó al lado donde ella dormía y movió un poco su hombro.

-Brooklyn, vamos a llegar tarde.

La chica no hacía el mínimo esfuerzo por abrir un ojo así que Gisela pensó que era el mejor momento para despertarla como a ella le gustaba. Le lanzó el agua y Brooklyn saltó de la cama como si ésta fuese de agujas.

-¡Qué haces, qué haces! -fue lo primero que salió de la boca de la aturdida Brooklyn.

-Vamos Lyn, vístete que aún tenemos que desayunar para irnos al instituto.

-¿Esto es hielo? -preguntó mientras se sacaba un cubito de la camiseta.

Gisela le guiñó un ojo y se marchó. Brooklyn puso los ojos en blanco y, arrastrando los pies, levantó la persiana de su oscura y desordenada habitación.
Obedeció a su hermana y se aseó y vistió.

Eran polos opuestos en muchos aspectos, uno de ellos la vestimenta. A Gisela le gustaba mucho ir arreglada, sus tacones eran esenciales para completar cualquier combinación de ropa. Las faldas abundaban en su armario, aunque eso no quitaba que hubiese una enorme variedad de pantalones, ya fuesen cortos o largos. Su melena era muy importante, siempre perfectamente peinada y cuidada, si la tocabas, tenías un pequeño porcentaje de probabilidades de morir. Y por último pero mucho más importante, el maquillaje. No se pintaba como una puerta pero le gustaba pintarse todos los días. Colores suaves en sus labios y unas pestañas de escándalo resaltaban su belleza todos los días.

Sin embargo, Brooklyn era más sencilla. Ella, con una sudadera, unos pantalones pitillos y unas botas o unas zapatillas se conformaba. Buscaba la comodidad para soportar las infernales jornadas en el instituto, como ella decía. Aunque también tenía ropa para ir más arreglada, la misma era tan sencilla como lo podía ser una falda de tablas. Le encantaban, pero no usaba tacones con ellas. Tenía un estilo un poco más oscuro que el de su hermana, tal vez más atrevido porque, aunque era una chica que no buscaba ser el centro de atención, de vez en cuando le gustaba provocar con sus prendas más oscuras. No era gótica ni nada parecido, pero ya sabéis.
Su melena, tan negra como el azabache sufría cada dos por tres cambios, cortes. Nunca estaba conforme con un corte de pelo, así que alguna vez se rapaba la nuca, se lo cortaba a la altura de los hombros...

Pero siendo tan diferentes físicamente, había algo en ellas que daba respeto. Gisela tenía un aspecto angelical, a primera vista parecía una chica muy educada. Eso no quita que no lo fuese, pero había que andar con cuidado con lo que hacías o decías acerca de ella o de los que la rodeaban.
Lyn, como le llamaba su hermana, en ocasiones provocaba 'rechazo' o algo de... ¿respeto? cuando la veías acercarse con aquellas botas militares mascando chicle. Pero por dentro era un amor, aunque, de igual manera que con Gisela, había que andar con cautela con lo que le decías. A ella le podías pegar un puñetazo, que te lo devolvía y no le dolía; lo que más podía dolerle eran las palabras. Para ella era lo más hiriente.

-¿Ya estás lista? -chilló Gigi desde la cocina.

-Ya est... ¿Eso que huelo son tortitas?

-Sí, lo son -confirmó Gisela, con una sonrisa orgullosa.

-Y esto es... Nutella.

Lyn metió un dedo en el bote y miró a Gisela con una sonrisa maliciosa. Ella la miró con el ceño fruncido; de olía lo que su hermana estaba a punto de hacer, así que se alejó un poco. Brook se chupó el dedo y Gisela respiró aliviada, pero no se veía venir la tortita que ya estaba untada e iba directa a su cara.

-¡Mi maquillaje!

Brooklyn comenzó a dar pasos hacia atrás y Gisela apretó los puños.

-¡Ven aquí!

-¡Lo llevas claro! -rió, corriendo hacia las escaleras.

-¡Te arrepentirás, maldita emo!

-¡Que no soy emo, pesada!

Brooklyn se escondió en el vestidor de Gisela, un lugar donde, obviamente no miraría su hermana porque tenía terminantemente prohibido entrar.

-¡Te voy a matar, Brooklyn!

A Lyn se le ocurrió la brillante pero malísima idea de coger unos tacones de Gisela y ponérselos.
Salió del vestidor y buscó a su hermana, andando a trompicones; no sabía andar con tacones.

-Hola, guapa -se apoyó en el marco de la puerta del baño, donde Gisela estaba arreglando su maquillaje de nuevo.

La chica se giró y se quedó boquiabierta. No de sorpresa, sino de cabreo.

-Quítate eso ya si no quieres morir.

-Quítamelos tú.

Salió pitando de allí cuando vio que su hermana llevaba un tacón en la mano, de forma amenazante, como decía Brooklyn.

Finalmente, Gisela, que tenía más experiencia con los tacones, cogió a Brooklyn y le quitó los zapatos.

-Y ahora ponte esas botas roñosas, nos vamos.

Camino a la puerta, Brooklyn cogió una tortita y se la comió, pero no sin antes manchar de nuevo a su hermana.

-Te voy a partir la cara. Sube tu culo de macarra al coche, vamos.

-No soy macarra -rió Brooklyn, chupándose un dedo.

-Malditos punks. Espero que no sean todos como tú.

-¿Y quién te dice que yo sea punk?

Gisela la miró con las cejas alzadas.

-Mira, no me líes, que hoy te la cargas.

Brooklyn rió y Gisela le dio un golpe en el hombro. Discutieron hasta que al final, la que conducía hasta el instituto era Brooklyn... Bueno, conducía... eso habría que discutirlo. Era un poco temeraria, alguna vez se saltaba semáforos en rojo y esas cosas. Pero no se sabe qué era peor; que se saltase semáforos en rojo o que aparcara.

-¡Cuidado, Brooklyn! -gritó Gisela agarrándose al asiento.

-¡Cállate Gigi, yo sé de esto!

Pegó un frenazo en el aparcamiento, donde casi atropella a dos chicas.

-Anda mira -dijo Gisela, más tranquila-, avanza un poquito más y aplastalas.

Las dos chicas de fuera las miraron con asco, retirándose de delante del coche de las hermanas.

-Hola, chicas -saludó Gigi, con cinismo.

Ellas la miraron y se rieron.

-Tienes algo en el diente, Azalea.

-Vamos, reina de la bronca, no me apetece discutir -dijo Brooklyn, cogiendo del brazo a Gigi.

-Eso, vete a aprender a aparcar, que ya es hora -comentó una de las chicas.

Brooklyn se giró, con una sonrisa cínica.

-Y tú vete a ponerte las pestañas bien, Harley Davidson.

-¿Eso no es una moto? -susurró Gisela.

Justo cuando Brooklyn se estaba acercando a Harley, sonó el timbre de clase.

-Salvada por la campana -guiñó un ojo y cogió a Gigi del brazo.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2016 ⏰

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