Bip. Bip. Bip. Ese fue el primer sonido que reconocí, un sonido incesante que opacaba el silencio de mi entorno. Cada parte de mi cuerpo dolía hasta un punto casi insoportable. Sentí mi pecho inflarse con la entrada de aire y como ese mismo aire acariciaba mi piel. Inhalé, exhalé, inhalé una vez más y con dificultad logré abrir mis ojos. La luz me molestó al principio, como si llevara mucho tiempo sin ella y mis ojos ya no estuvieran acostumbrados. Parpadeé un par de veces para aclarar la vista, no obstante, todo aún se encontraba levemente borroso.
Respiré profundamente de nuevo, el movimiento causó un dolor agudo en mi pecho. Estaba tendida en una cama, unas sábanas blancas me cubrían y una bata azul rodeaba mi cuerpo. Acerqué mi mano derecha a mi rostro, mi piel era blanca, más blanca de lo que se podía considerar sano. Fruncí el ceño y bajé mi mano, ¿por qué no recordaba el color de mi piel? Pensándolo mejor, ¿por qué no recordaba nada en absoluto?
Mi pulso, al igual que mi respiración, comenzaron a incrementar de velocidad dejando el dolor a un lado, algo estaba mal. Evalué mi entorno más allá de la cama, las paredes eran de un color celeste, los pisos de cerámica blanca, el mismo color del techo. Había un par de cómodas de madera, junto con un mueble más grande con muchos gabinetes; dos puertas en lados distintos de la habitación y muchas máquinas, sustancias a mi alrededor que llegaban a conectarse a alguna parte de mi cuerpo, una venda cubría todo mi brazo y hombro izquierdo al igual que una férula cubría toda mi pierna izquierda también, otro vendaje en mi tobillo derecho y, aunque no la viera, podía sentir una tercera y cuarta venda, una alrededor de mi tórax y la otra alrededor de mi frente.
Me negué a sobre analizar las heridas y seguí evaluando mi entorno en busca de alguna respuesta a cualquiera de mis preguntas. Al lado derecho había una ventana que cubría la mayor parte superior de la pared y debajo de ella un sillón del mismo color de mi bata. Lo que llamó mi atención no fue el sillón en sí, si no la figura humana que reposaba en el mismo.
Quería pedir ayuda, pero las palabras se negaban a salir de mi garganta, ésta estaba realmente seca, y la inmovilidad del resto de mi cuerpo lo que hacía todo mucho más difícil. ¿A dónde estaba? ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era él? ¿Quién era yo?
Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. ¿Qué pasaba conmigo? Comencé a hiperventilar, más que todo ante el miedo de una mente en blanco que por el desconocido que reposaba en el sillón ajeno a mi desesperación. La máquina a mi lado comenzó a sonar aún más rápido, acompañando cada uno de los latidos de mi corazón, lo que explicaba el ritmo desbocado que llevaba.
La puerta a mi izquierda se abrió rápido y fuertemente, despertando al sujeto del sillón. Entraron cuatro personas más a la habitación, que por cuya ropa pude comprender que se trataban de enfermeros y doctores.
Aún lloraba e hiperventilaba por lo que uno de ellos, el que parecía ser el doctor, se acercó rápido a la camilla, me pedía que me calmara, que dejara de llorar, que los escuchara. Repetía lo mismo una y otra vez, pero mi mente se negaba a registrar las palabras que decía, no quería calmarme, ¿cómo podría calmarme?
Escuchaba otro tipo de conmoción en la habitación, a parte del hecho de que el doctor me gritara que me calmara y yo me removiera, negándome a escucharlo. Miré rápidamente a mi derecha para ver que dos de los tres enfermeros sujetaban al sujeto que anteriormente estaba en el sillón. Parecía querer acercarse a la camilla, acercarse a mí. ¿Por qué? No lo conocía, no lo conocía.
Cerré fuertemente los ojos y puse mi mano derecha tapando uno de mis oídos, queriendo tapar el otro con la otra mano, mas sabiendo que sería imposible mover la mano izquierda con tanto vendaje. Nada más quería que todo el ruido a mi alrededor desapareciera e ir dentro de mi mente para ver qué ocurría dentro de ella. Empecé a negar con la cabeza, el ruido era mucho y mi mente continuaba en blanco, al igual que las lágrimas continuaban cayendo. Sentí como agarraban mi brazo derecho y lo estiraban, no tuve mucha fuerza para resistirme ya que mis músculos aún se sentían débiles, aun así no abrí los ojos, no hasta que una punzada en mi antebrazo me hizo abrirlos de golpe. El doctor que llevaba rato ignorando me estaba inyectando una especia de líquido transparente.
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City Dove
Romance- Lo hice para protegerte. - Lo sé, aún así, me duele que no creyeras que fuera capaz de soportarlo.