Habían pasado dos años desde la última vez que lo vi, mi mente pensaba que ya lo había superado, que nuestro amor desenfrenado adolescente ya había quedado en el pasado pero entonces fue verlo y despertar al corazón, sentir que aun quedaba algo en mi por el, algo que me quemaba como la primera vez, tal vez aun temblaba al verlo, las piernas me flaqueaban igual que en ese entonces y las manos me sudaban a mares, el nudo en la garganta no tardo en formarse y las mariposas parecían revivir. Ahí estaba el, mi primer amor, el que me robó el corazón cuando era una chiquilina confundida con la vida, ahí estabas mirándome a los ojos, intentando ver mas allá de lo que estos te ofrecían y sus labios y su hermosa sonrisa me clavaban punzadas en el pecho, y cuando me abrazarte (cuanto soñé con este momento los últimos dos años, con que todo sea como antes) todo se desvaneció, las lágrimas no tardaron y entendí, comprendí como nunca lo que me pasa y la realidad me golpeo de tal forma que no lo podía aguantar.
Mis brazos no te correspondieron, mi mirada se apagó, el vacío me invadió, sentí a las mariposas morir una por una, todo había acabado y entendí. Tenía que verte una vez mas para darme cuenta que ya no era amor, que ya no era por vos, que simplemente tenía que volver a verte para saber que tenía que dejarte ir.