Entonces ahí se encontraba justo al frente de la puerta tomando la larga y angustiosa decisión de entrar o huir. Esta vez no podría ganarle debía lograrlo, soltó un suspiro que alargo lo mas que pudo y no movió ni un pie.
Fue hasta la cocina y tomó de un cajón de provisiones un par de bolsas de papitas y una gaseosa, pasó por su pequeña habitación y sacó un libro cualquiera de la librería no sin antes darse un tropezón con la cama en la pierna. Saltó tomando la pobre extremidad y aullando silenciosamente hasta que apaciguó lo suficiente para volver apoyarla.
Encontrase de nuevo ante aquella entrada con todos los bártulos pertenecientes en brazos y cojeando su pierna, respiró contando hasta diez y giró el pomo sin avanzar. Lentamente se abrió la puerta hasta quedar de par en par.
Con sumo cuidado deslizó su mano por la pared hasta encontrar el interruptor y lo presionó con una delicadeza poco usual en el. En pocos segundos la habitación quedo iluminada. Como era de suponer no se había ido, hay en el centro estaba esperándole tan paciente como siempre. Intimidante y aterrador, agresivo pasivo, silencioso, atemorizante y sumamente frío… El lienzo en blanco.
Soltó un último suspiro de pena con una vaga ilusión de que alguien le salvara. Caminó con su pierna atrás lenta pero segura. Lo vio desde cierta distancia con recelo esta vez no sería igual, esta vez no se saldría con la suya porque pensaba alcanzarlo.
La silla esperaba servicial, ansiosa porque apoyara su trasero ahí durante horas no quiso hacerla esperar para no ponerla mal y posó su retaguardia sin mas, luego de poner sus cosas en una mesita a su lado.
Alzó la vista sin miedo en la mirada, dispuesto a lo que se viniera, se hallaba ahí, siempre olvidaba lo apabullante que era, no lo recordaba tan blanco y liso.
Era terso, de la mas fina calidad, de hecho había varios de ellos pero algo en el había supuesto que este debía ser el primero que dispusiese, se suponía que debía darles un uso, los pobres se asfixiaban en aquella habitación, pero no lograba atreverse.
No sabía si le estaba observando o solo veía el vacío, pero su presencia se hacía notar, callado pero a la vez ruidoso imparable, tenía un aire de misterio con aquella base de madera astillada, apoyado sutilmente.
No era tan blanco como se supone sería, era mas bien color hueso, si observaba de cerca podía ver el diminuto tejido absorbente.
Sentado en su sillita de cuero con miedo como un niño. Miró tentadoramente las papitas, y sin pensárselo dos veces tomó una bolsita respirando el aroma a conservantes, químicos y colorantes que emanaba, tomó una y ahí estaba el sabor comercial sumamente industrializado, ¡Perfecto! Las comió despacio, aún algo ansioso por la presencia de este ortodoxo compañero.
-No te tengo miedo ¿Sabías?- Habló al vacío sin dejar de masticar.
No dijo nada, esperaba que si, los alucinógenos ya debían hacer efecto hace un buen tiempo. Terminó la bolsa desesperado y sin hacer mucho esperar abrió el otro con cierta angustia y más que comer devoró las primeras quince papas.
-¿Cuánto mas debo esperar?- Dijo con parsimonia. Contestándole al fin el acompañante.
-Espero no te estés acostumbrando a mi pasividad, pronto acabare contigo- E hizo un ademán con el brazo apuntándolo- ¡No me mires así! Para eso estas hecho. No volvió a responderle y respingó.
“Ese idiota me está desesperando con tanto silencio” Pensó el artista, pero al no conseguir resultado se atraganto con las ultimas migajas y agarró furioso el libro de la mesa. –Así es me leeré este libro inútil- Y el maldito no se digno a responder.
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El lienzo y yo
Short StoryEste es un relato carente de cordura. No esperéis sentido en esta historia tan solo observareis el arte bajo el efecto de las drogas.