Primera parte

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-¿Usted es la Madre de la paciente Elizabeth Revilla? -Preguntó el Doctor al acercarse a la señora que esperaba en la sala de espera en el hospital.

-Si doctor, soy su madre. ¿Como se encuentra mi hija?

-Ahora está descansando, logramos parar el sangrado y ya se encuentra bien, su hermano, Dean Revilla, se encuentra con ella en este momento. -Le informó a aquella madre, que, con tan solo mirar su rostro se podría notar su preocupación por su hija.

-¡Maldita sea, Elizabeth!-Dijo furioso Dean, al escuchar a su hermana contarle que tiene cáncer. -¿Por qué no me lo dijiste antes?

-No quería preocuparlos, entiende. -Le dijo-, además, mira como me miras ahora.

-¿Cómo? -Pregunto desconcertado.

-¡Con lástima! Y sabes que lo odio.

-Elizabeth, ¿Por qué? -Le dijo mientras besaba sus nudillos de la mano derramando tristes lágrimas.

Ver a Dean triste es una de las cosas que hacia sentir mal a Elizabeth, de tan solo pensar que su familia siente lastima por ella la pone peor.

-¿Como se encuentra, señorita? -Preguntó aquel doctor que entro a la habitación.

-Bien, supongo.

-Su madre quiere verla.

-Déjela entrar por favor. -Entro la Señora Revilla con lágrimas en los ojos y con aquella curiosidad de saber porque su hija no le había dicho que tenia tal enfermedad.

-Cariño. -Besó dulcemente su frente mientras Elizabeth se disculpaba. -¿Cuándo pensabas decirme? -Dijo ya alterada-, ¿En tu funeral?

-¡No quería que pasará esto!

-Disculpen la interrupción, pero si Elizabeth hubiera venido al médico mucho antes no estaría pasando esto, -Hizo una pausa y el doctor siguió-, el cáncer ha avanzado mucho, necesita un trasplante de riñón lo más pronto posible.

-¿Por qué fuiste tan descuidada hija?

-No lo sé, sólo no tenia ganas de venir.

-No se trataba de que tuvieras ganas. Se trataba de cuidar tu salud, Elizabeth. -Dijo su madre llorando.

-Perdón, mamá -Le tomo de las manos.

-Yo donaré el riñón. -Propuso la Señora Revilla.

-Tal vez si Elizabeth fuera aceptado la propuesta del tratamiento estuviera mejor ahora. -Comento el Doctor.

-Entiendan, igual si fuera aceptado estaría en una cama con los malditos cables en mis brazos y nariz, y, no hubiera estado en el cumpleaños de mi hijo.

Y ahí fue donde Elizabeth explotó a llantos, sentía que no era suficiente para su hijo Sam, pensaba que un día cualquiera ya no estaría con él porque moriría de cáncer y no tenia remedio para eso. Se imaginaba a su hijo preguntándole a Ben, su padre, dónde estaría ella, preguntando si volvería algún día. Imaginar eso, simplemente la ponía peor. Su madre se había ido a descansar, Elizabeth se quedo con su hermano Dean, el cual es medico y esta cuidando de ella. Todo esto era una tortura, ya ni podía dormir, se sentía cansada y no había hecho nada.

-Hola. -Le susurro Elizabeth al ver a su hijo entrar por aquella puerta el día siguiente en la mañana, quién venia con su padre Ben que la miraba con cautela y dulzura. Lo observó, él miraba un carrito de juguete que llevaba en sus manos. Ella no pudo detener sus lágrimas.

-Sam, ven aquí. -Le dijo Elizabeth, Sam se subió a la cama y fue a sus brazos. Lo acunó y lo besó en la cabeza. Le dijo una y otra vez que lo quería, también, que no era una madre que él se merecía, que era un buen chico, y que estaba orgullosa de él. Las lágrimas de Sam mojaron su camisón.

Después de un rato largo, Sam salió de la habitación, enjuagándose las lagrimas con la manga, dejando a Ben y a su Esposa Elizabeth a solas.
-Hola. -Le dijo Ben, se acercó a ella unos centímetros, la mira con los ojos brillosos esperando su respuesta de por qué no dijo nada sobre su enfermedad.

-No entiendo por qué no me lo dijiste. -Dijo Ben decepcionado.

-No quiero discutir.

-¿Y crees que yo si? -Dijo él derramando lágrimas-. He tratado de sacarme de la cabeza esto. He llegado a creer que es un sueño -hizo una pausa y luego siguió-, pero luego me doy cuenta que es la realidad, Elizabeth. No podré seguir sin ti -Le dijo después de un silencio incómodo. Sus palabras apenas eran audibles.

-Claro que puedes, Ben. -Le respondió ella.

-No, no puedo.

-Si puedes cariño, ven aquí. -Le hizo palmaditas a un lado de la cama para que se a costara a su lado.

-No podré sin ti. -Le repitió él.

-Si podrás, ¿Sabes por qué? Porque aunque no este con ustedes físicamente se que cuidaras muy bien de Sam. Lo harás un hombre de bien, estarán muy bien sin mi.-Aunque no este, voy a cuidarlos a los dos.

-No hables como si te estuvieras despidiendo. -Ben se levanta para mirarla a los ojos. Le sonríe, pero esta sonrisa no eran como las demás. Esta sonrisa mostraba tristeza y decepción.

-No me estoy despidiendo Ben, estaré siempre contigo. Yo no me iré a ningún lado, siempre estaré con los dos, y los cuidare desde el cielo. -Hizo una pausa y siguió-, No me despido, solo quiero que entiendas que podrás sin mi y sin nadie más, nos volveremos a ver.

-Te amo. -Le dice él besando su frente.

-No dejes que Sam me olvide. -Le confiesa Elizabeth con ojos brillosos.

-Él no te olvidará, te lo prometo. -Respondió él, y Elizabeth sonríe débilmente.


ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora