2 de mayo

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María llega a las diecinueve horas. Acaba de pasar tres días en el Depósito. Había venido a París para ver a su novio. Presencia correcta, pero la ropa sucia y rota. Brazos cubiertos con brazaletes tintineantes. Muy excitada, ojos brillantes, habla con volubilidad, muy alto, con movimientos entrecortados. Lleva la conversación en un tono breve, diciendo que espera estar aquí por poco tiempo; verá si puede tener confianza en lo que me han dicho.

Se ducha sin dificultad, pero recurre a mil pretextos para guardar sus brazaletes, repitiendo obstinadamente y apoyándolo en gestos descarados: <<Mi padre me los dio al morir>>, pero cinco minutos más tarde da otras razones. Se presenta en camisa y hace carantoñas para desvestirse por completo. Muy enervada bajo el agua, salta de un rincón a otro de la ducha con movimientos vivos y entrecortados, hace girar un grifo, después otro, lo encuentra demasiado caliente, demasiado frío, de nuevo demasiado caliente.

Dice que es de naturaleza nerviosa. Se acuesta en cuanto entra en su dormitorio. Dice una cosa, después otra, exactamente la contraria: su reloj marcha, no marcha; ella está embarazada, no lo está; tiene un bebé, no tiene un bebé. Lleva una alianza: <<Hace mucho tiempo que la tengo para que los hombres me dejen en Paz.>> Amenaza con escaparse si le quitan su reloj: dice que lo romperá todo si la fastidian; después, súbitamente, pasa a la persuasión. 

Cena poco. Encuentra bien la cama. Golpea sobre ella con toda su fuerza. <<Nunca he tenido una cama tan buena. las mías siempre han sido pequeñas>>. Se agita bajo las sábanas. Cuando más tarde entra la educadora en su dormitorio para preguntarle la fecha de su nacimiento, hace como que duerme. Se incorpora, abre un Ojo: <<¿ Vienes a acostarte conmigo? Mi cama es muy grande, ¿sabes?>>.

MaríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora