Capítulo 6.

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  Hice una pausa, sin estar segura sobre nuestros arreglos para dormir. Lauren salió de la habitación y caminó por el pasillo, murmurando algo en la habitación de Camila antes de encender la ducha. Me envolví en la colcha y la tiré hasta mi cuello, escuchando el ruido agudo del agua corriendo a través de las tuberías.
Diez minutos más tarde, el agua se cerró y el piso crujió bajo los pasos de Lauren. Echó a andar por la habitación con una toalla alrededor de sus caderas. Ella tenía tatuajes en ambos lados de su pecho, el arte tribal oscuro cubriendo cada uno de sus hombros. En su brazo derecho, las líneas y los símbolos negros se extendían desde su hombro hasta la muñeca, en el izquierdo, los tatuajes se detenían en su codo, con sólo una línea de escritura en la parte inferior de su antebrazo. Intencionalmente me mantuve de espaldas a ella mientras que ella se paró frente a su tocador y dejó caer la toalla para ponerse la ropa interior.

Después de apagar la luz, se metió en la cama junto a mí.
— ¿Dormirás aquí también? —Pregunté, volviéndome para mirarla. La luna llena fuera de la ventana oscureció su rostro. 

—Bueno, sí. Esta es mi cama. 

—Lo sé, pero... —Hice una pausa. Mis otras opciones eran el sofá o el sillón reclinable. 

Lauren sonrió y negó con la cabeza. — ¿Aún no confías en mí? Me comportaré mejor que bien, lo juro. —dijo, levantando los dedos que estaba segura los Boy Scouts de Estados Unidos nunca habían considerado usar.

No discutí, simplemente me di vuelta y puse mi cabeza en la almohada, metiendo las sábanas detrás de mí para que hubiera una clara barrera entre su cuerpo y el mío. 

—Buenas noches, Pigeon. —susurró en mi oído. Podía sentir su aliento a menta en mi mejilla, ocasionando que la piel se me pusiera de gallina. Gracias a Dios que estaba lo suficientemente oscuro para que no pudiera ver mi embarazosa reacción, o el rubor de mis mejillas. 

Parecía que acaba de cerrar los ojos cuando escuché el reloj despertador. Estiré la mano para apagarlo, pero me sorprendí con horror cuando sentí piel cálida bajo mis dedos. Traté de recordar dónde estaba. Cuando la respuesta llegó, me mortificó el hecho que Lauren pensara que lo había hecho a propósito.

— ¿Lauren? La alarma —susurré. Ella aún no se movía—. ¡Lauren! —Dije, dándole un codazo. Cuando todavía no se movía, me estiré a través de ella, buscando a tientas en la penumbra hasta que sentí la parte superior del reloj. Sin saber cómo apagarlo, golpeé la cima del mismo hasta que pulsé el botón de dormitar, y luego caí sobre mi almohada nuevamente. 

Lauren se echó a reír.
— ¿Estabas despierta? 

—Te prometí que me portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte acostarte sobre mí. 

—No me acosté sobre ti, —protesté—. No podía alcanzar el reloj. Esa tiene que ser la alarma más molesta que he oído. Suena como un animal moribundo. 

Estiró su mano y presionó un botón. — ¿Quieres desayuno? 

La miré fijamente y luego sacudí la cabeza. —No tengo hambre. 

—Bueno, yo sí. ¿Por qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca? 

—No creo que pueda soportar tu falta de habilidad para conducir temprano por la mañana. —le dije. Levanté mis pies por el lado de la cama y los metí en mis pantuflas, arrastrándome a la puerta. 

— ¿A dónde vas? —Preguntó. 

—A vestirme e ir a clase. ¿Necesitas un itinerario mientras estoy aquí?

Lauren se estiró y luego caminó hasta mí en su ropa interior. — ¿Siempre eres tan temperamental o ese malestar disminuirá una vez que creas que no estoy creando algún elaborado plan para meterme en tus pantalones? —Sus manos sujetaron mis hombros y sentí sus pulgares acariciar mi piel al unísono. 

ella; mi desastre | Lauren Jauregui y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora