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Entró corriendo al laboratorio de su tío apenas este le llamó. Al abrir la puerta vio al hombre junto al rubio que estaba sentado sobre una mesa y con un par de cables conectados a su pecho desnudo.

- Bill... - Dijo en voz baja el nombre del rubio. Las lágrimas comenzaron a salir y lanzó contra el recién mencionado. - ¡Bill! -

- Hey, Pino. - Saludo al menor. - No llores, no fue nada gra... - Fue interrumpido por el castaño.

- ¡Pensé que iba a perderte! - Grito llorando, algo normal para un niño de nueve años.

Stanford salió del lugar dejando solos al par. Bill suspiró y comenzó a acariciar suavemente el cabello del niño mientras este lloraba en su pecho aferrado a él.

Odiaba hacerlo llorar.

Mi muñecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora