Habían vuelto. Las pesadillas habían vuelto.
Me encontraba corriendo, sin mirar atrás ¿Correr haría desaparecer los recuerdos? Ojala.
Una rama se metió entre mis piernas y caí de bruces contra el suelo. Tantas caídas… Sus ojos aun estaban clavados en mi memoria, su pelo, su sonrisa, la manera en la que olía, como me recogía los días de lluvia y cuando le abrazaba podía sentir como el mundo desaparecía a mí alrededor.
Mis ojos se humedecieron y apenas podía ver con claridad.
Ese fue el problema. El era atractivo y atraía con las palabras, todos a su alrededor pensaban que era único y que si lo tenían a él, no necesitaban a nadie más. Yo pensé como ellos. Fui tan idiota que pensé como ellos, como si una sola persona pudiese hacerte olvidar tus males, como si una sola persona pudiese hacerte sentir que eras la única en el mundo, como si una simple persona pudiese hacerte cambiar de estado de ánimo cada vez que abría la boca, como si el tuviese el maldito derecho de no dejarme dormir por las noches.
Un chillido salió de mi boca.
Maldije el día en el que fui tan idiota como para enamorarme de él, tan idiota como…
Ahora si sentía el frio de la mañana y la humedad en el ambiente. Vi unos pies agachados a mi lado mientras me acariciaba el hombro, mire hacia arriba y me encontré a aquella chica de pelo rojo como el fuego.
-¿Me permites que le acompañe a su habitación? No quiero ser entrometida pero pienso que no es seguro que vaya sola, se podría caer.
-Yo…
-No diga nada por favor, no le tendré en cuenta este incidente. Mis labios están sellados.- Una pequeña risa salió de sus labios mientras me ayudaba a levantarme y andaba a su lado.
No tenía ropa de haber corrido, pero me percate de su libreta de dibujo. Su pelo estaba recogido y a pesar de su piel perfecta, se le notaba como unas ojeras acechaban por salir.
Cuando llegamos a la puerta de mi casa espere alguna que otra frase para intentar sacar información sobre lo que había ocurrido pero todo lo que recibí fue:
-Adiós señorita Eastman, la veo en clase.
Cuando se fue me metí en la ducha a relajarme. Por fin lo decidí, nunca quise hacer caso a la psicóloga a la que fui por unos meses pero ella me dijo que lo mejor sería que escribiera un libro sobre mi historia. Nunca le gusto esa idea pero ahora le pondría forma.
Sola. En un lugar en el que nadie sabe quién eres realmente. ¿Qué mejor sitio para dejar fluir todos mis sentimientos?
Me puse una falda negra simple que me llegaba hasta las rodillas y una camisa blanca, por debajo de una rebeca de lana. Cuando estuve lista cogí mi portátil y mis libros y fui de camino a mi clase.
Me faltaban dos pasos para llegar a mi clase cuando Harry me corto el paso, llevaba unos pantalones color caqui ceñidos y una camisa blanca que tenia remangada hasta el codo. No se podía estar más guapo.
-Espero que nuestra cita de esta noche siga en pie, si no me voy a volver muy persistente contigo.
Me dirigió una sonrisa de lado, de esas que mataban.
-¿Sabes qué? No, no voy a salir contigo. Pero te voy a dar un consejo ven.
Acerque mi boca a su oreja, mi respiración tembló al sentirle soplar sobre mi cuello.
-Si sigues actuando como el protagonista de la típica comedia romántica americana, vas a acabar solo en la vida.
Trate de quitarme pero en acto reflejo me agarro por la cintura y me pego a él, haciendo que nuestros ojos quedaran fijos y nuestros labios a centímetros del otro.
Pero yo sonreí.
-Ah y si actúas como el protagonista de cincuenta sombras de Grey, conmigo vas a seguir sin conseguir nada.
Me miro atónito y le aleje de un empujón, estaba aturdido y respiraba con dificultad, pero cuando fui a entrar en clase le escuche de lejos.
-Te veo esta noche Sam
Ante eso ahora sí que maldije el momento en el que al escuchar esas palabras mi corazón comenzaba a saltar de alegría. Maldije en el día en el que me empezó a atraer Harry Styles, el hermano del creador de mis pesadillas, Nate Styles.