Asleep

193 4 3
                                    

Me despierto sobresaltado otra vez, sintiendo tu presencia a mi lado. Me doy vuelta y allí estás, sentada al borde de la cama. Al notar que me despierto, girás levemente tu mirada hacia mí y me observás, inexpresiva, con esos ojos tan profundos como el universo mismo… hacés temblar mi espíritu.

Intento hablar pero me siento pequeño ante vos, con esa mirada llena de palabras reprimidas en tu interior, causándole a ese rostro tallado por ángeles un casi imperceptible brillo de intenso dolor.

Quiero consolarte, lo juro, pero no puedo moverme, no si me mirás de esa forma, como si todo fuera mi culpa. Tal vez si, tal vez todo es mi culpa, pero no necesito que me lo recuerdes, demasiado tengo con mi conciencia torturándome las veinticuatro horas del día.

Una lágrima transparente cae por tu rostro.

No, no, no. No. Vos nunca llorás, jamás llorás, y menos frente a alguien ¿por qué elegís llorar ahora, en mi cara? ¿Por qué? Sentí como algo explotaba en mi interior y el dolor comenzó a extenderse por mis venas. Era ese tipo de dolor que llegaba al corazón como una bala y lo encogía hasta sentirlo marchito e inservible. Ese tipo de dolor que sólo vos me podías causar.

Dejé de lado todos mis sentimientos lo más que pude sólo para intentar ser fuerte para vos, Luci, debía ser fuerte para vos, como vos lo habías sido para mí tantas veces. Estiré mi mano para alcanzar la tuya pero algo pasó… tu mano desapareció, Lucy, vos desapareciste, como si nada, y con vos, te llevaste la poca seguridad que me quedaba.

Y desde allí, no puedo decirte mucho más. Mi anhelo por vos superó cualquier otra necesidad, cualquier otro dolor que hubiera sentido alguna vez. Te anhelaba con locura, con desesperación, te anhelaba como si todo estuviera roto sin vos. Y tal vez lo estaba.

Quizá empecé a gritar, o quizá estaba lleno de cámaras y habían notado mi desesperación a través de ellas, pero para cuando ellos llegaron, como cada vez que te veía, yo estaba hecho un ovillo, arrinconado y acosado por tu recuerdo, por lo que había sido el tacto de tu piel y tú sonrisa, que iluminaba tristezas y calmaba huracanes.

Ellos intentaban inmovilizarme, pero yo no podía parar de decir tu nombre, tal vez en voz baja, tal vez gritándolo a todo pulmón, no estoy seguro. Sólo sé que sentí un leve pinchazo en mi brazo derecho, pero no me calmé hasta ver tu rostro ahí, sentada en mi cama con tu semblante cálido otra vez.

Una sonrisa fugaz asomó en mi rostro y dejé de resistirme, contento de que no me hayas dejado solo como pensé que lo harías. En ese momento, y sólo porque vos estabas allí conmigo, me permití dejarme llevar a la inconsciencia con la tranquilidad de que jamás me abandonarías.

AsleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora