Jaula de Oro

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Las emociones pueden ser muy fuertes en una persona joven, principalmente en un adolescente. Son impulsivos y no miden las consecuencias de sus actos. Pero, este no es el caso de Anthony Castro. Todos sus compañeros de clase aseguran que él tiene la vida perfecta que cualquiera desearía, es atractivo, excelente en los deportes además de tener el mejor promedio escolar en toda la secundaria. También tuvo la suerte de haber nacido en cuna de oro, su padre es un gran empresario adinerado y su madre, una diseñadora de moda reconocida a nivel mundial, sin duda una gran vida. Sin embargo, hay algo que ha perturbado la paz de esté muchacho.

Desde hace varios meses ha tenido visiones de una extraña mujer. Nunca antes había visto a una persona cómo ella, la piel pálida, el cabello encanecido con algunos mechones negros y un par de ojos tan oscuros que solo un cuerpo sin alma puede tener. Estaba seguro que si llegaba a hablar con su familia o amigos sobre esa mujer lo tacharían de loco así que opto por ignorarla por completo creyendo que solo era una mala jugada de su mente. Y así fue.

De repente aquellas visiones cesaron. Se sintió aliviado, pensó que se habría librado de las inquietantes visiones en su mente. No obstante, durante las siguientes dos semanas Anthony sufrió de pesadillas, en cada una de ellas se encontraba rodeado de hermosas mujeres sonrientes que terminaban convirtiéndose en horribles criaturas deformes con miembros amputados sangrantes que gritaban llenas de agonía y dolor. Jamás había sentido tanto miedo en su vida.

Se le dificultaba respirar mientras dormía, era cómo si algún peso le presionara el pecho. Despertaba bañado en sudor frio y con extraños arañazos junto con moretones que no tenían explicación. En un intento por evitar las perturbadoras imágenes que lo atormentaban durante las noches, Anthony se mantuvo despierto de cualquier modo posible (tomando jarras de café o bebidas energéticas) durante varios días. En clases su mirada se perdía en algún punto del salón ignorando por completo lo que los profesores decían, no solo fue enviado a detención sino que llamo la atención de sus padres y amigos que se preocuparon por su comportamiento aunque esto no duro mucho pues su malhumor alejaba a cualquiera que se le acercara. Un viernes por la mañana, se quedó solo en casa (o mansión, cómo corregían sus amigos) por petición de su madre, quería que descansara en la tranquilidad de su hogar, lo que Anthony agradeció, no estaba de humor para soportar a nadie. Incluyendo a su familia. Recostado en su cama se sorprendió del enorme cambio en su vida. Nunca antes le había gustado la soledad y ahora eso mismo lo reconfortaba en esos momentos. La paz del silencio fue interrumpida por los insistentes golpes que venían de la puerta principal. Tapo sus odios con su almohada e ignoro a quien sea que estuviera molestando. Los golpes no paraban, más bien parecían adquirir fuerza y volumen con cada segundo que pasaba, hartado de los golpes Anthony se levantó bruscamente de su cama. Se dirigió a la puerta principal maldiciendo en voz baja a quien fuera que estuviera molestando, al abrir la puerta un muchacho afroamericano de aspecto simpático, era unos centímetros más alto y delgado, lo saludo con una sonrisa.

- ¿Quién diablos eres tú? -preguntó Anthony malhumorado.

- Soy Edgar, un gusto -dijo con una sonrisa, que desapareció notándola molestia que le causaba al chico-. Supongo que no me recuerdas, pero no importa.

- ¿Recordarte?, nunca te había visto antes. No sé de qué estás hablando, Edgar.

- No es necesario recordarme para ayudarte con tu problema -dijo Edgar sonriendo nuevamente mientras entraba a la casa-. ¿Sabes que fue lo que hiciste para terminar de esta manera?, así sería más fácil mi trabajo.

Anthony ignoro la pregunta, ese chico, Edgar vino a molestarlo en su peor momento. ¡Quién se creía para entrar en su casa!, lo incomodaba tanto que estaba tentado a tomarlo del cuello de su camisa y sacarlo a la calle a patadas. Aunque claro, sus modales lo contuvieron. Edgar miro la sala de la casa, de concepto abierto, pisos de madera reluciente por el cuidado y la limpieza, y muebles de piel que se notaban era muy caros. Negó con la cabeza por los gustos exagerados del chico, siguió caminando hasta la cocina donde removió los cajones en busca de una de sus herramientas de trabajo.

Regreso a la RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora