Prólogo

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-¿Por qué no le dijiste la verdad a la policía? -hablé por primera vez desde que él me contó el pequeño relato de su pasado.

-Porque no existen los sentimientos en el lugar del que vengo, y no pueden existir nunca, Clary.

Su mirada estaba perdida. Quizás recordando los momentos que tuvo que pasar justo antes de ser metido en la cárcel, siendo feliz. O quizás, simplemente, perdido en su mente, buscando el rostro de aquella que alguna vez amó, y a la que retiraron de su vida sin ninguna razón.

-Yo sigo pensando que eres una buena persona, Aris, y lo seguiré pensando toda mi vida.- contesté mientras ponía mi mano en su rodilla, rozándola con cariño, porque, de algún modo, sabía que lo que más necesitaba una persona tan solitaria como él, era amor, ese mismo que había recibido y había perdido en una milésima de segundo.

-Con el tiempo cambiarás de opinión, no soy como piensas.-respondió mirándome a los ojos, con ese azul tan intenso que hace que me derrita.

-El problema es que realmente eres como yo lo pienso, pero no quieres que yo vea en ti aunque solo sea un atisbo de luz. No quieres que nadie te quiera, por miedo a que acaben como ella. Pero yo soy Clary, no ella, y quiero arriesgarme a tenerte en mi vida.

Escuché su risa, no sé si se reía de mi, o con conmigo, pero no me importaba en estos momentos, siempre y cuando nunca dejase de reír, ni de sonreír como lo hacía conmigo.

-Espero que no te arrepientas después de que veas a mis demonios, porque créeme cuando te digo que son los peores que pueden existir.-me miró mientras daba una última calada al cigarro que estaban sosteniendo sus dedos durante toda nuestra conversación.

-No lo haré, lo prometo. -contesté mientras levantaba mi dedo meñique, para hacer nuestra promesa aún más verdadera.

Vi una sonrisa asomarse por sus labios, y como también levantaba su dedo para sellar nuestra promesa.

Quizás tenía razón, y no debía haber hecho nunca tal promesa, porque quizás, iba a acabar por destruirme, y destruirse a él mismo.


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