Clary
Mentiría si dijera que no estaba nerviosa. ¿Cómo se puede aceptar el hecho de que un criminal vaya a vivir en tu casa durante prácticamente un año entero? Porque yo no podía.
Mi padre era uno de los policías de esta ciudad, Beecher, y debíamos acoger en nuestra casa a un chico que salía esa misma tarde de la cárcel, al que teníamos que tener vigilado todo el tiempo, lo que quiere decir que yo lo tenía que vigilar.
¿Por qué yo? Muy simple, mi padre vive prácticamente en la comisaría, y debo encargarme de mantener al chico controlado.
Y no solo estaba nerviosa por eso, también tenía miedo. Quiero decir, ¿y si no le caigo bien? No parecía ser un chico por amable por las fotos que me enseñó mi padre. Aunque he de admitir que sí era bastante atractivo, aunque no debería pensar en eso, yo tengo a Cody, del que estoy totalmente enamorada.
El sonido del motor del coche de mi padre hizo que me sobresaltara, y cogiese una profunda inspiración. Ahí vamos.
Abrí la puerta de nuestra casa, y vi como mi padre bajaba del coche, y aquel chico también.
Alto, rubio, ojos azules... Vaya, era aún más atractivo en realidad, y la forma de su mandíbula era ¿perfecta?, parecía un modelo.
Sonreí dulcemente en su dirección y me acerqué con pasos temblorosos hacia él.
-Soy Clary... y tú debes de ser ¿Aris? –solté una risa bastante tonta y avergonzada por mi pregunta. Claro que era él.
Subí mi mirada a sus ojos, un azul celeste deslumbraba en ellos, y hacía que me perdiera mirándolos.
-¿Qué estás mirando? –habló él de repente, haciendo que me sobresaltase.
Cogió su maleta y camino con pasos decisivos hacia nuestra casa.
Vaya, realmente no me esperaba aquello, pero no iba a darme por vencida.
Le seguí hasta entrar con él a nuestro hogar, y le sonreí.
-La habitación no es muy grande pero espero que te guste y estés cómodo. He intentado decorarla lo más masculino posible y creo que puede ser de tu agrado. –Sostuve su maleta y me dirigí hacia las escaleras.- ¿Vienes? –volví a sonreír en su dirección.
Estuvo durante unos segundos mirándome, como si me estuviera escaneando o algo así, y yo me sentía realmente incómoda. Después de lo que creí que eran años mientras me miraba con su gélida mirada, pasó por mi lado chocando nuestros hombros y subió a la que sería su habitación.
Genial, no llevábamos ni media hora y ya me odiaba. Solté un suspiro y subí con su maleta, teniendo varias dificultades para hacerlo, a su habitación.
Jadeé en busca de aire. ¿Qué llevaba en esa maldita maleta que tanto pesaba? Llamé a la puerta, que él mismo había cerrado minutos antes con un sonoro portazo.
Esperé durante unos minutos, que se me hicieron eternos, y al ver la puerta abriéndose, volví a sonreír en su dirección.
-He traído tu maleta, te la habías dejado abajo.-empujé con suavidad la maleta en su dirección.
-¿Tú no te callas nunca? –soltó de repente, mientras se cruzaba de brazos y seguía mirándome de esa manera tan aterradora.
Y, como la cobarde que soy, agaché la cabeza y me fui a mi habitación, cerrando de un portazo. Esto no iba a ser como esperaba.
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Teen Fiction-Apreciar las cosas que nos hacen sentir bien, felices o especiales, por si no tenemos el placer de volver a disfrutarlas más. Porque no sabemos cuando se pueden ir de nuestras vidas para siempre. Y cuando digo cosas, me refiero también a momentos...