Berclance: Pesadillas Entre Sueños

CAPÍTULO UNO

NOCHE EN EL TÁMESIS

La música sonaba tan hermosa como siempre, con la orquesta tocando al son de lo que los invitados requerían. Ella se concentraba en escuchar el violín más que otro instrumento, viendo como los demás invitados bailaban tan bello como sabían. Alexandra Lawree se encontraba sentada en una de las tantas mesas del salón, con la mirada perdida en las manos del joven violinista de la orquesta, estudiando cada una de las notas que este tocaba.

Alexandra, con sus ojos grises y su cabello castaño sedoso, por más que fuera una jovencita bella y que siempre mostraba una sonrisa ante los demás, por dentro su mundo no era como lo pretendía; Alexandra tenía un trauma de vida, al ver fantasmas, seres que los demás no ven, su vida ha sido demasiado complicada, porque aunque ella intentara evitarlo, su mundo giraba alrededor de eso.

La única escapatoria de todos sus problemas eran dos simples cosas que ella amaba hacer en la vida, dos cosas que le solucionaban todo y la hacían completamente feliz; el violín y los libros.

Amaba los libros, consumirse en un mundo lleno de aventuras, donde al final del día los personajes siempre aprendían algo. Bueno, eso si no morían. Simplemente se apasionaba tanto por un libro como las otras doncellas se apasionan tanto por un hombre.

El violín… no se consideraba de las mejores violinistas, ya que nunca tuvo ningún instructor. Su madre siempre le dijo que era talento natural, y era cierto. Simplemente con escuchar una canción, no importa cual fuera, hacía el mejor esfuerzo por igualarla a violín o ella misma hacía sus composiciones.

Ahora se encontraba en el baile de acción de gracias de la familia Baudelaire, una de las familias más cercanas a la suya, ya que su madre, Charlotte, era gran amiga de la señora Baudelaire. Los dos hijos de la señora Baudelaire, la cual, desgraciadamente, era viuda, eran unos engreídos, Emma y Elliot habían nacido el mismo día y siempre se habían sentido superiores a los demás de algún modo; Emma, con su hermoso rostro, su físico envidiable y su manera de engañar a la gente. Elliot con su gran carisma y, también, su envidiable belleza por parte de los hombres.

En el baile de salón era muy importante que una doncella bailara, rechazar la invitación de un caballero era algo considerado sumamente descortés —y no es que fuera una dama tímida o desafortunada—, sin embargo, ella ya había rechazado a dos caballeros.

Ya que ella no quería bailar y ya que el primer baile había pasado, su novio Charles Bellingbroke se encontraba bailando con su bella hermana Elizabeth Lawree. Elizabeth era una joven muy rubia y de unos ojos azules preciosos, muy grandes. Era un tanto fría con Alexandra y a ella no le satisfacía mucho la idea de ver a Charles bailar con la hermana que nunca la había tratado bien. Parecía como si se trajeran algo entre manos, un amor secreto o algo por el estilo, pero Alexandra no le daba la menor importancia ya que no quería más problemas.

Terminó el baile y una nueva canción estaba por comenzar, un caballero muy apuesto se acercó a ella, se inclinó acompañando con un movimiento leve de la mano derecha hacia el frente y la miró cordialmente.

— ¿Sería tan amable, me favorecería concediéndome su mano para este o el próximo baile? —dijo.

Lo pensó pero al final se dijo que se vería aún más descortés haberle rechazado ya a tres caballeros —aunque en realidad nadie más que no fuera su madre y el caballero notarían su descortesía—, así que le tomó la mano, sumando que no era apropiado tomar la mano de un caballero después de haber rechazado a otros más.

Caminaron hasta la pista de baile y comenzaron a bailar.

Tenía los ojos muy hermosos el joven, eran azules pero con el borde del iris completamente negro. En la muñeca derecha, notó Alexandra, tenía una extraña marca, era un símbolo negro, hizo que se desconcertara y girara la cabeza levemente de lado, apartando su mente del baile por unos segundos.