Único

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Podía sentirlo otra vez.

Ese sentimiento desagradable y de presión en el pecho que sentía desde que se había ido a Seúl a vivir con los chicos y había dejado su vida pasada en Busan.

Nunca pudo determinar bien que era ese sentimiento.

Era tristeza, sin duda alguna.

Pero no podía averiguar el por qué de esa tristeza.

Era feliz en la casa de Bangtan. Era feliz con los chicos. Era feliz con su carrera, por agotadora que esta fuera, pero algo le faltaba a su vida en Seúl para que fuera perfecta.

Y esa imperfección se manifestaba como ese feo pesar y ese nudo en la garganta siempre de la misma manera.

Como lágrimas a mitad de la noche.

No es que llorara porque quisiera. Él no quería llorar. Pero no podía evitarlo, no cuando las noches eran tan frías, no cuando el cielo se veía tan nublado, triste, no cuando se sentía solo, acostado en su cama en una ciudad que no era la suya.

Lo que sentía podría considerarse melancolía, pero él sabía que no era eso. ¿Cómo lo sabía? Simplemente lo sabía. Podía sentirlo. Y eso era suficiente para convencerlo de que esa no era la razón por la que se desvelaba largas y frías noches dejando que silenciosas lágrimas acariciaran sus mejillas.

Esta era una de esas noches.

Jimin se sentía mal.

Era exactamente eso, exactamente lo mismo de siempre. Ese nudo en la garganta, esa presión en el pecho, y las inaguantables ganas de soltarse a llorar.

Iba a ser una larga noche.

Estaba incómodo, eso estaba de más decirlo. No podía estar cómodo con esa sensación de vacío en el estómago, como si algo le faltara. Como si sólo la presencia de algo pudiera hacer su vida en Seúl completamente perfecta.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se había despertado. Solo sabía que eran pasadas las tres de la mañana, y también sabía que ya no podría volver a dormir.

La habitación estaba en súbito silencio. Todos en la casa dormían, y YoonGi, su compañero de habitación, no era la excepción a eso.

Podía escuchar la leve respiración ajena en sus oídos, y lejos de calmarlo, eso no hacía más que angustiarle de alguna manera y por alguna razón. Era doloroso, le dolía, pero Jimin no podía decir que, ni por qué.

Ya había dejado algunas lágrimas apresuradas y rebeldes juntarse clandestinamente bajo la leve luz de la luna con la tela suave de su almohada, pero podía sentir sus ojos cargados de más amargas gotas.

Eran tantas.

Tantas, que Jimin podría decir que nunca se acabarían.

Su garganta estaba seca, realmente seca, y podía sentir sus ojos hinchados, indicando su dolor por la partida de algunas de sus dolorosas lágrimas. El pecho no dejaba de dolerle, era como si alguien estuviera presionando con sus dos manos en su pecho, como cuando a las personas moribundas les hacían el famoso RCP.

Y odiaba esas manos.

Realmente las odiaba.

Se levantó con cautela de su acolchada cama, lamentándose de no soportar las pijamas abrigadas, y tener solo como recurso el calor que sus manos frotándose contra sus brazos podían proporcionarle ahora que había dejado la abundante cantidad de mantas con las que cubría su cama durante los fríos y crudos inviernos nevados de Seúl, lamentándose una vez más, por recordar inevitablemente la calidez del sol de su amada Busan.

Night ❀ YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora