I. De los ojos violetas.

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-Kondo-san... Yo... Yo no puedo... Aceptarlo.

-¡Claro que puedes!-el actual Maestro del dojo sonrió de forma afable, dejó la pequeña wakizashi enfundada sobre las manos de Hijikata y lo obligó a cerrar los puños sobre ella-. Te lo mereces. Un buen espadachín merece una buena espada, ¿no?

El más joven contempló el arma blanca que sostenía con un nudo en la garganta sin saber cómo responder. Horikawa Kunihiro... Con un origen tan común como el suyo lo único que podría permitirse sería un cuchillo de cocina. Y no solo por el dinero, sino porque alguien no le daría una espada buena a un campesino como él. En cambio, Kondo, quien le había dado cobijo y le había tratado como uno más de la familia, se la otorgaba a él.

-Hay espadas más adecuadas-continuó hablando, más serio pero sin perder la sonrisa-. Y... Bueno, aún no estamos seguros de que sea una Kunihiro de verdad... Pero una espada de estas características no es algo común. Ni tampoco estudiantes como tú, Toshi. Por eso he decidido dártela. Además, no estaría bien que cogiese polvo así como así.

Hijikata no sabía cómo sentirse. Agradecido, feliz, confuso... Una parte de él quería abrazar a Kondo, pues nadie le había dado tantas oportunidades para seguir su sueño como él; pero debía mantener la compostura. Con un semblante adusto y aún con los ojos clavados en la wakizashi, asintió. Levantó la cabeza para mirar a Kondo e hizo una inclinación a modo de respeto.

-Gracias, Kondo-san.

-¡Oye, oye! ¡Déjate de formalidades! Esto es muy raro, Toshi, somos amigos, ¡me voy a poner colorado!

Oculto tras las puertas correderas que conectaban aquella habitación con el jardín se encontraba la espada, pero no el arma, sino su espíritu que vivía y sentía. Normalmente permanecía oculto para que no interrumpir el entrenamiento de los jóvenes que se instruían en el dojo pero aquel día tuvo un presentimiento. El presentimiento de que iba a tener dueño.

Y no se equivocó. Cuando la espada, incluso con la funda puesta, rozó las palmas de Hijikata Toshizou sintió un cosquilleo que le confirmo la sospecha. Se sentía feliz de tener dueño y de tener al fin un uso, de ser útil -aunque ayudaba bastante en las labores domésticas-; pero... ¿Qué sabía Kunihiro de ese portador?

Solo que no lo había visto sonreír en ningún momento y su mirada sería capaz de congelar el aire hasta convertirlo en sólido.

Sus pensamientos sobre el joven se vieron interrumpidos cuando el susodicho deslizó la puerta y avanzó al exterior. Hubo unos segundos de silencio entre que ambos se miraron sin saber qué hacer, Kunihiro porque se sentía cohibido en cierto modo ante la imponente figura del hombre de cabello largo y Hijikata porque no sabía cómo reaccionar. Al final fue el último quien rompió el silencio:

-¿Horikawa?

-¡Sí, señor!

Kunihiro había cambiado su postura relajada por una completamente rígida, con la barbilla alta pero los ojos cerrados por ¿temor a faltarle el respeto?

Sus párpados temblablan pero los relajó y finalmente los abrió cuando escuchó una pequeña risa provenir de su dueño. Su sonrisa era sincera y hermosa, pero efímera, pues cuando se dio cuenta de su gesto volvió a su expresión austera, girando la cabeza hacia un lado con algo que podría llamarse "vergüenza".

-Déjate de formalidades-repitió las palabras que Kondo le dijo en aquella habitación-. Yo soy Hijikata Toshizou. Venga, vámonos.

-Encantad- Espera, ¿a dónde nos vamos? ¿Una batalla? Creía que...

-No seas tonto, a mi habitación. Ahora vas a vivir conmigo, ¿no?

El rostro de Hijikata ahora parecía más gentil y eso hizo que las dudas de la wakizashi se disiparan.

Sakura Touki {Hakuouki x Touken Ranbu fanfiction}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora