- No sabes de lo que eres capaz hasta que estás en el campo de batalla.
- Y matas vidas inocentes.
- Yo no mato por diversión.- Dijo a la defensiva.
- Pero matas, y eso te deshonra.
EL SAQUEO DE ASTROS
- ¡Han derribado las puertas!- gritó Aliv apartando las cortinas de la casa.
- ¡Están entrando! ¡Corred!- la chica se levantó nerviosa y ayudó al abuelo Cin a ponerse en pie.
- Vamos abuelo.- El abuelo empezó a coger cosas de todas partes. Los collares Zules, las pequeñas estatuas que el señor Greg talló para sus hijas; Aliv y Sia, y todo los pequeños recuerdos que en la pequeña cabaña había.
- ¡Abuelo deja eso!- le gritó Sia. - ¡Vamos!- el abuelo hizo caso omiso de las órdenes de su nieta y siguió recogiendo recuerdos.
- ¡Abuelo!- gritó Aliv. - Tenemos que irnos.- El viejo hombre miro a su nieta. El tenía grandes y brillantes ojos azules que decoraban un rostro lleno de profundas arrugas y unos cabellos blancos y largos.
Cin miró algunos de los objetos que tenía en sus manos, y entrando en razón eligió las figuras talladas y se puso a andar tras su nieta.
- Aliv, vamos.- dijo Sia que era la que llevaba el orden.
Salieron por la pequeña puerta para huir e ir al bosque.
Llevaban planeando mucho tiempo, pues sabían que tarde o temprano Astros ardería y cuando esto pasase decidieron huir al bosque y refugiarse en el.
Las calles estaban teñidas de rojo. No solo por las grandes hogueras que los Mosdos habían creado para quemar el pueblo, si no por la sangre de personas inocentes. Flechas volando por sus cabezas, espadas Mosdas desenvainandose y clavandose en cuerpos de Astros, violaciones, gente arrojando a personas desde 5 metros.
Era un caos.
- ¡Vamos a la puerta de Astros para ir al bosque!- ordenó Sia.
Llegaron como pudieron hasta la puerta cuando a pocos metros de ella una flecha atravesó el pecho de Cin.
- ¡Abuelo!- gritó Aliv. Sia se giró y vio la flecha clavada en el pecho de su abuelo.
- No....- susurro mientras pequeñas lágrimas brotaban de sus grandes ojos color esmeralda.
- Sia...- su hermana la miraba sin saber que hacer, está sabiendo que todo dependía de ella cerró los ojos a su abuelo y lo besó en la frente.
- Debemos irnos.- digo Sia tragándose sus lágrimas y su pena.
- No podemos dejarlo aquí.- dijo Sia miraba a su inocente e ignorante hermana como podía. A su alrededor todo seguía igual. Mosdos asesinando a Astranos.
- Sia... Nos lo debemos llevar. Por favor.- pidió la pequeña Aliv de ojos grises y cabellos castaños.
- Esta muerto, y pronto lo estaremos nosotras si no nos damos prisa.- se obligó a decir.
- No esta muerto, su alma sigue en el, los dioses nos ayudaran Sia, debemos llevárnoslo.
- Los dioses no ayudan a nadie.- dijo Sia metiendo sus brazos por debajo de los de su abuelo para llevarlo a rastras.
Continuaron hasta conseguir salir de Astros, pero fuera era aun peor. Muchos habían tenido la misma idea que ellas. Soldados Mosdos patrullaban los bosques matando a todo aquel que vieran.
Caminaron hasta llegar a un claro del oscuro bosque, sin ser vistas, claro está. Cuando miraron a su alrededor y vieron que estaban solas, dejaron caer al muerto que llevaban con ellas.
-¿Qué vamos a hacer...?- sollozó Aliv.
-Tranquila, deja que piense.
Sia, todavía sin poder creer lo ocurrido, dejó caer el cuerpo de su abuelo y camino pasos hacia el frente para ver si alguien las había seguido, antes de ponerse a pensar que hacer. Tal vez lo mejor sería ir al Norte. Pero ¿Cómo iban, unas sureñas, acostumbrarse a tales temperaturas?
- ¡Sia!- gritó detrás suyo su hermana, sacándola de sus pensamientos. Un hombre la cogía en brazos.
- ¡Aliv!- gritaba ella, mientras otro la agarraba de la cintura a ella.
- ¡Sia!- lloraba la pequeña.
- ¡Aliv! ¡Aliv!- los soldados Mosdos se miraron entre ellos y dijo el que tenia a Sia:
- Se la llevaré al Finnek, para que se divierta, esa déjasela a los soldados.
- ¡No! ¡Sia!
- ¡Tranquila Aliv! ¡Iré a por ti!
- ¡Sia!
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Cuervos de Oro.
Historical FictionNo se si esta historia se clasificará como Historical Fiction, Fantasía o romance. Porque en fin, hay de todo. Trata de la vida de Sía y sus compañeros, de la vida y la muerte, del amor y el desamor, de la luz y la orcuridad.