Aliv, de quince años, gritaba con fuerza el nombre de su hermana, de diecinueve.
-¡Aliv! ¡Tranquila!- gritaba Sia, en el intento de calmar las lágrimas de su hermana. Pero estas no paraban de brotar de sus ojos.
-Sía...- susurró Aliv. -...Sía...
El corazón y la alma de Aliv se rompió en mil pedazos solo de pensar que le separarían de su hermana, que se quedaría sola. El alma de Sía estaba nervioso, no podía dejar a su hermana sola, no quería ir con el supuesto Finnek. Ni quería que se llevaran a su hermana con los soldados.
Entonces, cuando todo parecía estar perdido, una daga atravesó la espalda del raptor de Sía. Este dejó de hacer fuerza y cayó al suelo. El hombre que sujetaba a su hermana soltó a Aliv y se abalanzó a luchar contra el hombre que había matado a su compañero.
Las espadas bailaron y chispas saltaron.
-¡Sía!- gritó Aliv al abrazar a su hermana.
Ambas contemplaron como su salvador luchaba contra el hombre.
Tras blandidas de espadas, giros y saltos, el salvador consiguió clavar la espada en el pecho del otro.
Entonces Sía y Aliv pudieron verle la cara a aquel hombre.
Tan solo era un chico, un chico convirtiéndose en hombre, pues tenía algo de barba. Era alto y tenía un rizado cabello color marrón, como las hojas en otoño. Entonces, al verle la cara, Sia supo quien era.
-¿Martin? ¿Eres tú?- dijo Sía, con el corazón latiendo con fuerza.
-Vamos Sía, debemos irnos.
Le agarró del brazo y la arrastró a trabes del bosque, seguidos por Aliv.
-¡El abuelo!- dijo Aliv. Martin sin saber lo que decía, miró hacia detrás y vio el cuerpo.
-No podemos llevárnoslo, debemos irnos.- dijo Martin agarrando más fuertemente el brazo de Sía.
-Martin...- susurró Sía, con lágrimas en los ojos.
-Lo siento Sía.
* * *
Caminaron durante minutos hasta, tras alejarse de Astros y cruzar medio bosque, llegar a un campamento.
-¿Qué es este sitio?- exigió saber Sía.
-El campamento de los rebeldes.- contesto Martin.
-¿Rebeldes?- pregunto Sía.
-Oh vamos, no te hagas la sorprendida, sabías que andaba metido en algo.
Sía lo miró a sus pequeños ojos grises. Suspiró.
-Vamos.- ordenó Martin. Y así hicieron, seguir.
Seguir hasta llegar a una de las tiendas. Había personas aquí y allá, heridas y sin herir, con espadas y sin ellas. Dentro de la campaña estaban dos hombres. Uno grande y calvo, con una ralla azul que le atravesaba la frente y la nariz y otro con el pelo rubio y liso, de parecida edad a la de Martin.
-¡Martin! ¡Estás vivo!- gritó el hombre grande. Aquel hombre imponía.
-Max, estas son Sía y su hermana Aliv. Chicas, Max y Whidy.- presentó Martin.
Sía levanto lentamente la cabeza y saludó a los dos hombres. Su hermana hizo lo mismo.
-¿Y que se supone que hacéis aquí?
-Refugiar.- contestó Whidy.
-Martin, -dijo Sía. -Tu has matado a esos dos hombres. ¡Los has matado!
ESTÁS LEYENDO
Cuervos de Oro.
Historical FictionNo se si esta historia se clasificará como Historical Fiction, Fantasía o romance. Porque en fin, hay de todo. Trata de la vida de Sía y sus compañeros, de la vida y la muerte, del amor y el desamor, de la luz y la orcuridad.