¡Papá, quédate conmigo!

Papá, héroe mío

Cuando yo era una niña, mi padre tenía una nave espacial. Él la levantaba con una sola mano y la ponía delicadamente en la base. Más tarde, cuando volvía de un par de horas de trabajo, - Él era el dueño de muchas muñecas a las que les daba vida- él iba a el mercado espacial y volvía a casa con un montón de combustible para seguir jugando hasta que se haga de noche y yo me tenga que ir a dormir a el árbol donde habitaban las hadas. Me recostaba en su falda hasta que me dormía y luego el me daba mi hermoso osito de peluche todo limpio y perfumado. Pero hay algo que él no sabe. Que nadie sabe. Cuando él pensaba que yo estaba dormida y se iba, mi osito, Pepe, me hablaba. Me contaba que mientras yo no estaba, las hadas -Juli, Mali, Sofi y Gigi- me extrañaban y desordenaban la pieza hasta más no poder. Luego, antes de que mi papá aterrizaba, la ordenaban de nuevo. Y así, todos los días.
Luego de un rato, yo me quedaba dormida. A la madrugada siempre me despertaba. Le pedía a Pepe y a Juli, que me hicieran una leche calentita con mucha azúcar y a Gigi que me contara cuentos hasta quedarme dormida otra vez. Ellos lo hacían.
Al otro día, me levantaba a las nueve de la mañana para ir a la escuela de superhéroes que quedaba a unos minutos de mi casa si íbamos en nave espacial.
Y a las tres y media de la tarde yo ya estaba volviendo con la nave muy bien equipada por dentro y linda por fuera. Cuando llegábamos, los unicornios y corceles blancos me venían a saludar y los lobos rojos, me lamían la cara. Mi papá se ponía su armadura y se iba a combatir dragones. Luego de una hora dejaba el traje y se iba a diseñar más muñecas tamaño real. A mí, me dejaba con la reina de los corceles. Yo la pasaba muy bien con ella, pero mejor la pasaba con su león. Él era muy bueno conmigo.
Luego de dos hora mi padre regresaba con una muñeca, que luego sería mi mejor amiga. Claro, que Pepe, a veces se ponía celoso pero siempre me perdonaba. Mi infancia estaba llena de magia. Todo, gracias a mi papá. 

Pero a medida que fui creciendo, fui despertando.

CONTINÚA...