Siempre había soñado con poder llegar a tener algún día un sueño de esos que se cumplen con un montón de esfuerzo, pero no estaba todavía lista. Le faltaba por completar ciertos aspectos de su vida. Ella era ... era reservada, callada, optimista pero, a la vez, pesimista. Parecía una niña buena, de las que nunca han roto un plato en su vida, de las que no tienen problemas porque no la interesa tenerlos. Era de las que agacha la cabeza y dicen que sí a todo. Ella era así desde el punto de vista de todos, pero en su cabeza se cocían cosas muy complicadas. Unos desbarajustes tremendos. Nadie sabía lo que había dentro más que ella.
Un buen día en la zona sur de Texas, allá por Alice y Kingsville, estaba ella en su casa, en su cuarto, sentada en la silla del escritorio, contemplando un montón de fotos. Diversas fotos, de distinta gente. No los conocía de nada. No sabía sus nombres, ni sus apellidos, ni su historia, nada, pero tenía fotos suyas. A su mano izquierda había un cuaderno con una amplia cantidad de hojas todas escritas con apuntes. Lo miró por un momento y empezó a leer en silencio, para ella, mientras que con el dedo índice de la mano izquierda seguía la lectura. Al cabo de 20 líneas se paró, cogió un rotulador y subrayó la palabra detonar. Ella sabía el por qué tenía esa palabra ahí escrita, por qué la subrayó y lo que significaba. Cuando oyó los pasos de alguien en su casa, en seguida, guardó todo en un cajón que cogió el portátil e hizo como si estuviera haciendo algo sin importancia. Entró su madre preguntándola si necesitaba algo y ella, con una sonrisa leve, dijo que no. Su madre la preguntó que qué estaba haciendo. Ella la dijo que nada de interés, por no decir que nada. Su madre, con una leve sonrisa, la dejó sola, como ella estaba, con la puerta cerrada. Cuando vio que su madre salía del cuarto, volvió a sacar las fotos y el cuaderno y siguió observándolo mientras subrayaba palabras que no tenían nada que ver con la que anteriormente había subrayado con el rotulador. Ella no salía del cuarto ni aunque la casa estuviera ardiendo. Y si salía lo hacía con el cuaderno y una carpeta negra, en la cual estaban todas las fotos que ella tenía. Salió una vez del cuarto y dejó la carpeta y el cuaderno encima de su escritorio con la esperanza de que nadie lo tocaría puesto que tenían que tener un margen de privacidad todos los residentes en aquella casa. Su madre entró en su cuarto mientras ella no estaba y abrió el cuaderno y la libreta. Se quedó boquiabierta. No sabía el por qué su hija tenía todo aquello apuntado y a toda aquella gente desconocida en fotos. Cuando entró en su cuarto y vio a su madre cotilleando sus cosas, se quedó observándola hasta que la mujer se percató de su ausencia.
- ¿Qué es esto, hija? - Preguntó su madre acercándola el cuaderno.
- ¿Por qué tocas mis cosas? - Gritaba ella.
- ¿Quién es toda esta gente? - Volvió a preguntar.
- ¿Acaso te cojo yo tus objetos que me dices que no toque? ¿Lo hago? - Gritaba. - No, ¿verdad? ¿Y entonces por qué te metes en mi vida privada? - Salió fuera del cuarto y cogió el móvil de su madre y lo tiró por la ventana.
- ¡CATHERINE! - Gritaba su madre mirando por la ventana. Ésta pudo observar a una mujer de tez morena y pelo afro castaño tirada en el suelo con el móvil al lado hecho añicos. La madre de Catherine bajó corriendo a ver si la mujer respiraba. Efectivamente, estaba viva. La madre de Catherine, Anna, llamó a los de la seguridad social para que vinieran para llevársela al hospital. No tardaron nada y, cuando se la llevaron, Anna miró a su hija con una mirada un tanto fulminante, mientras que Catherine tenía una sonrisa leve y le entregaba una foto a su madre. Anna cogió la foto y vio que la chica a la que acababa de golpear era la misma de la de la foto. Se quedó asombrada mirando la imagen. Catherine le dio un dibujo hecho por ella, puesto que dibujaba extraordinariamente bien, con esa chica, la de la fotografía, tirada en el suelo golpeada en la cabeza. Anna se sorprendió aún más. No sabía que había ocurrido. No tenía ni idea de qué era lo que le preocupaba más, si que su hija supiera que esa mujer iba a pasar por su casa y la dibujó tirada en el suelo golpeada o que su hija tuviera una foto de esa mujer y no se sintiera culpable de lo ocurrido. Obligó a su hija a meterse en casa, pero ésta otra se negó. Anna preguntó a los servicios públicos el nombre de la víctima para ir a verla en un rato al hospital. Los médicos no abrieron la boca cuando Catherine, detrás de su madre, dijo que se llamaba Claudette Jace. Los médicos miraron a la criatura asombraron y asintieron. La madre se giró para mirarla asombrada.
- ¿Có-cómo sabes su nombre? - Preguntó con los ojos abiertos como platos. La niña se encogió de hombros con una sonrisa leve torcida. - Catherine, responde. - Insistió Anna.
- No lo sé. - Se volvió a encoger de hombros. La madre estaba asustada. No sabía como reaccionar a aquella situación.
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Tiny.
Science FictionLa mente siempre juega malas pasadas. A Catherine, por ejemplo, la obliga a hacer cosas que nunca habría podido imaginar. Junto a ella vienen un montón de problemas: víctimas, involucrados, profesionales, familia ... muchas cosas la van a deparar a...