BLÅMERKER

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Sentía su rostro arder y su corazón estremecer todo su cuerpo, ya no era raro sentirse así cuando estaba al lado de Edd. Se podría decir que estaba acostumbrado.

Tenía la boca semi-abierta para que él pudiera desinfectar el golpe mejor. Sus labios estaban secos y cubiertos por sangre seca que venía de su nariz.
Tiró el algodón a la basura y sacó otro, humedeciendo este con alcohol y pasándolo sobre el rasguño que tenía en su mejilla. Edd soltó un gemido que hizo que el contrario mordiera su labio, por escucharlo de una forma perversa.

-Perdón.

-No te preocupes -murmuró con una pequeña sonrisa algo adolorida, pero que hizo a Tord sonreír también.

No sabía por qué pensaba que esos moretones en su rostro eran preciosos en él. Antes había visto gente golpeada, pero no se le hacía linda, se veían depresivamente espantosas.
Después de unos minutos, terminó de poner crema en los golpes y curitas en los arañones.

-¿Ya no tienes más en algún otro lado?

-Eh...sí -dijo con inseguridad. Tord frunció el ceño.

-¿Dónde?

Con las manos temblorosas y los pómulos rojos, Edd dejó a la vista lentamente todo su torso. Tord mordió ambos de sus labios de forma disimulada. Lo estaba provocando, parecía que lo hacía apropósito.
Manchó sus dos dedos con la crema para moretones y la esparció sobre estos, haciendo algo de presión, la cual, hizo que el castaño diera pequeños gemidos, que nuevamente, Tord los oyó de forma erótica.

Se sentía tan placentero pasar sus yemas pos la suave y pálida piel de Edd. Quizás podría estar en esa posición toda su vida.

-No los aprietes -rogó el castaño. Tord no quería dejar de apretar aquellos golpes, porque no lo escucharía gemir. Pero qué tal si él realmente los provocaba, qué tal si mordía esa exquisita piel con sus dientes y conseguía esa dulce melodía. La idea rodó en su cabeza por un largo rato, ya estaba a punto de terminar y no se había atrevido a hacerlo.
Edd soltó un suspiro y apretó la sudadera, Tord no le había echo caso de no apretar los moretones.

-Me duele -gimió escondiendo su rostro tras la sudadera. Tord no se pudo retener por más tiempo, su corazón explotaria y su mente se lo suplicaba. Entonces, atacó llevando sus labios a las costillas del menor.

Dos cosas pasaron por Edd en un segundo, del dolor del pinchazo a su torso que lo hizo gritar al mayor placer. Esos sentimientos parecieron recorrerlo de arriba a abajo, hasta lo estremecieron. El noruego succionaba bruscamente, mientras que acariciaba sus caderas con delicadeza. Estiraba la piel con sus dientes, dejándola de un color rojizo que excitaba más a el mayor.

-Tord... -suspiró cuando vio que los labios del mencionado formaban un camino de mordiscos que sólo pudieron llegar hasta su pecho, ya que la sudadera verde lo interrumpió. Tomó la prenda y de un tirón la sacó y se deshizo de ella tirandolo a una parte cualquiera de la sala. Continuó con su pequeño vicio, hasta llegar a su objetivo, los delicados y un poco sangrientos labios de Edd. La sangre no era una molestia, sino, un placer, un placer poder compartirla con él y que mancharan ambos sus labios al unirlos. Literalmente, daba un toque al beso brusco que se daban, o Tord daba, ya que Edd sólo se estaba dejando llevar, realmente, deseaba entregarse aunque sea por un roze de labios a Tord.

El susodicho volvía a hacer los mismos movimientos, pero en la boca de Edd. Lamia sus finos labios, para poder explorar su cavidad bucal. Cuando lo consiguió, ambos abrazaban sus lenguas por dentro, dejando escapar algo de saliba por las comisuras de sus labios. Estaban en una lucha que parecía interminable, hasta perdieron la noción del tiempo, y dejaron de sentir todo a su alrededor, sólo eran ellos dos, uniendo sus corazones en ese instante...

Se sentó en la cama, su respiración estaba agitada y sentía correr el sudor por sus calientes mejillas y frente. Parpadeó dos veces, y recordó a Edd, sus moretones, su sangre resbalar de ambos labios, y su exquisita piel. ¿Dónde estaba él? Miró a ambos lados, buscándolo con desesperación, hasta que por fin, se percató que se encontraba en su habitación, y aquello había sido un sueño, un hermoso, pero devastador sueño. Sus ojos estaban muy abiertos, concentrados en la nada. Tenía una rabia dentro, ya que todo eso jamás había sucedido, sólo había sido un jodido sueño, uno como todos esos de cada noche, que a veces lo atormentaban. Se dejó caer de cabeza en la cama, mirando la pared y cerrando los ojos, dejando escapar un largo suspiro.

-Maldición, Edd.

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