IX

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Está ahí, a escasos metros de donde me hallo. Siempre se sienta en ese banco, el del fondo del todo. Yo siempre lo hago en el penúltimo. 

Está con la mirada perdida en el horizonte, como siempre. 

Dirijo la mirada hacia donde ella la posa y no veo más que los edificios de nuestra ciudad y el puente. La verdad es que la vista no es muy bonita, edificios de todos los colores y tamaños que, desde el cielo son una mancha en un mantel verde y amarillo. Odio el puente, aunque tengo que reconocer que es precioso, si fuera más grande y un poco más alto sería como el de San Francisco. Supongo que el hecho de que mi hermano se suicidara tirándose de él no me crea buenas vibraciones.

Noto una mirada clavándose en mi cara, desde mi izquierda. Sé que es ella, pero me da miedo mirarla. Nunca nos hemos mirado frente a frente. De todas maneras, me giro completamente, no solo la cabeza. 

Es preciosa. O al menos es lo que me parece a mí. Tiene el pelo rubio claro (sin ser platino ni un color feo) y liso. Le llega un poco más abajo del hombro y le brilla muchísimo a la luz de la farola que está entre nosotros dos. La cara la tiene en forma de triángulo invertido y se le marcan mucho los pómulos y las ojeras. No le llego a ver el color de los ojos, pero son almendrados. Tiene labios algo carnosos y bonitos aunque crean un contraste extraño, ya que se le marcan todos los huesos de la cara.

Me doy cuenta de que tengo miedo. Me da miedo y no sé por qué. Suspira y me levanto. Al hacerlo se asusta pero hace como si no hubiera pasado nada. Me acerco a ella. Solo tengo que dar cinco pasos.

—Siento haberte asustado.

—No lo has hecho— dice mirándome directamente a los ojos. Son de color marrón y me mira de forma muy fría.

—¿Me puedo sentar a tu lado?— las palabras salen solas de mi boca. Hasta yo me he sorprendido. Soy un chico muy tímido, demasiado, y eso no es propio de mí.

Se encoje de hombros y me lo tomo como un sí. Tiene las manos en el regazo y está sentada a lo indio. Sus dedos son muy largos y delgados. Necesita ayuda.

—Y... ¿cómo te llamas?

—No hagas como si no me conocieras, ¿vale, Oliver?— su voz dulce pero fría me resulta familiar, sí, pero no sé nada de esta chica.

—No sé quién eres, de verdad.

Y entonces me lo explica. Resulta que fue hace dos años al entierro de mi hermano mayor porque nuestras madres son amigas. Y caigo.

Yo estaba con mi primo al lado del bufe libre y ella apareció para coger algo. Mi primo insinuó que ella estaba gorda.

Antes de que ella me termine de decir lo que pasó, intervengo.

—No fui yo. No creía que estuvieras gorda. Aún así, lo siento.

—Mira, sinceramente, vete a la mierda.

—No me has dicho tu nombre.

—Llámame Shadow.

Me levanto, le digo que hasta la próxima y vuelvo a casa. 

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⏰ Última actualización: Aug 22, 2016 ⏰

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