Camino en silencio, pisando sombras y cubriendo mi nariz con el cuello de la camiseta. El polvo inunda el ambiente y se me mete en los ojos, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Ni siquiera sé dónde estoy. Totalmente rodeada de oscuridad, ando con cuidado y tratando de no hacer ruido, a pesar de que sé que nadie puede oírme. Quizá sea una cobarde con miedo a la oscuridad, una niñita asustada y patética. Quizá prefiera fingir que varios pares de siniestros ojos rojos me vigilan que admitir lo que sé con certeza en el fondo de mi corazón: que estoy sola otra vez. Así que avanzo como si en cualquier momento un lobo fuera a salir de una esquina, saltarme a la cara, arrancarme las entrañas y comerse mi hígado, para después aullar a la luz de la luna. En realidad, es estúpido, ya que parece que allá donde me hallo no existen ni las calles ni las esquinas donde. Ni, por descontado, la luz. Una solitaria lágrima pugna por escaparse de mi ojo, pero no voy a dejar que me abandone. Al menos eso puedo evitarlo. Aprieto los párpados con fuerza y a duras penas consigo reprimirla. Mis hombros se hunden, pero sigo adelante.
Parece que el tiempo no avanza, no sé cuánto rato llevo ahí, dando vueltas. ¿Minutos, horas, días? Probablemente hayan pasado solo un par de horas desde que llegué aquí, pero el no saber cómo he aparecido ni el dónde estoy me llena de incertidumbre. El silencio me cubre. Al principio me resultaba tranquilizador, pero ahora me crispa los nervios. No tendría que haberme molestado en pisar flojito, ya que no oigo nada en absoluto. La respiración, aunque me raspa en la garganta, no parece emitir sonido alguno , y estoy a punto de liberar un chillido agónico (o al menos intentarlo) cuando mis oídos perciben algo:
— ¿Quién eres? — me pregunta una voz que sale de todas partes y de ninguna. La respuesta sale de mi boca cubierta por la tela sin necesidad de pensar. Murmuro, aliviada al saber que alguien me acompaña en mi tenebroso periplo.
— Soy yo.
— Sí, claro, pero ¿quién eres tú? — insiste mi interlocutor, con un tono burlón y suave como el ronroneo de un gato.
— Yo... — tras unos segundos en un confuso silencio, descubro mis labios, frunzo el ceño y grito— ¡YO SOY YO!
Ahora es él (o ella) quien permanece callado. Pasan los segundos y nada perturba el ambiente. Apenada al saber que quizá la voz era fruto de mi imaginación, me alejo a paso ligero. Algo ciertamente temerario cuando no puedes ver el camino que debes seguir, pero bueno...
Algo molesta por la interrupción de la voz, acelero el paso hasta correr. Me da igual que me ardan los pulmones, y no noto más que unos leves golpecitos en mis párpados cerrados. Una vez sumida en la oscuridad ¿para qué necesito tener los ojos abiertos? En el fondo, deseo que algo me detenga. La pared de un edificio, la rueda de una bicicleta. Incluso un semáforo me habría servido. Lo único que deseo en estos momentos es algo que me despierte, que me saque de esta pesadilla recién estrenada con pintas de ser eterna. Ojalá me transportara a mi cama, empapada en sudor y con los ojos arrasados en lágrimas. Entonces lo único que tendría que hacer es llamar a mi madre a gritos y confesarle que un mal sueño ha acabado con mis ganas de dormir.
Pienso en casa con añoranza: mi mullida cama, mis inagotables libros, mi irritante pero querida familia... Pero no puedo permitirme derrumbarme. Si quiero salir de aquí, más me vale espabilar. Respiro hondo y dejo de andar, serenándome.
Abro los ojos para orientarme, pero todo parece igual en este mundo de pesadilla. Negro por todas partes. Nunca me desagradó ese color en concreto, pero ahora me parece mucho más deprimente. Como andando no voy a llegar a ninguna parte, una idea prende en mi cabeza: si esto es producto de mi mente, a lo mejor pensando puedo salir de aquí. Así que me siento en el suelo, que es extrañamente mullido, y cruzo las piernas. "¡Viva la filosofía, yay! Sapere aude o algo así ¿no?. Vuelvo a cerrar los ojos, y aspiro el aire que de repente ha dejado de estar contaminado. Incluso huele a ese detergente que una señora traía del futuro.

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¿Quién eres?
Short Story"¿Quién eres?" Es difícil responder a esta aparentemente simple pregunta cuando te la formulan miles de voces entremezcladas, y tú caminas en la caótica oscuridad. Mejor dicho, vives en la oscuridad, y rezas para que tu interior no sea tan sombrío c...