Rosas para Hermione.

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Ron estaba frente a una vidriera, la última de todas las que había recorrido de Hogsmeade. Se encontraba nervioso, un tanto lleno de temores que no habían aparecido hasta entonces. Era absurdo, pero Ron se sentía así.

Se apuntó en su libreta mental, que no volvería hacerle caso a George y a Ginny para un regalo para Hermione. La última vez no había salido precisamente bien. Porque vamos, un peine mágico proveniente de Sortilegios Weasley, no la llenaba de confianza y ropa demasiado insinuante, no era su estilo.

Hermione era sencilla, eso no quería decir que no le gustaran las joyas, los buenos perfumes o vestir bien. O un gran tomo raro y extraño sacado de una librería llena de más rarezas e igual de extraña que el ejemplar. Pero ya habían muchos de ellos en casa y los estantes estaban llenos; todos y cada uno de ellos, se recordó.

El vidrio reflejaba su rostro, uno desesperado y frustrado. Realmente deseaba darle algo especial, aquel año junto a ella, lo había sido. Fue allí que una anciana se acercó a él. Con la lentitud que alguien de su edad tendría.

-¿Buscas algo en especial? Te he visto recorrer cada tienda que se te cruzaba. -Ron quitó la vista de la vidriera y la posó en la bruja, anciana y demasiado arrugada. Se veía tan amable, con ojos verdes tan penetrantes que no dudó en responder. Quizás, ella lo ayudaría.

-Sí, de hecho sí. Busco un regalo para mi esposa, uno bonito, usted sabe. Pero ni siquiera sé por dónde empezar, creo que todo es perfecto para ella -la bruja le sonrió conmovida, totalmente, y levantó su dedo con un aire sabiondo y divertido.

-¡Ya sé que puedes llevarle! Te aseguro que no se lo esperará.

-¿Y eso que sería?

-¡Rosas, hijo, rosas! Puede que sea pasado por común, pero es un detalle que para nosotras, las mujeres, de la raza e índole que sea, con magia o sin ella, nos siguen encantando. Imagino que tu esposa debe ser una criatura encantadora si pensabas comprarle de todo. A ella le gustará.

Ron pensó, que tal vez la anciana no había vendido nada hasta ese instante, y lo vió allí como una gran oportunidad, porque resultó ser, que la ancianita era la dueña de una modesta florería. Sin embargo, se sintió mal al pensarlo, al verla trabajar en el ramo de rosas para Hermione con tanto cariño y dedicación.

Y para despejar aquello tan agridulce, y antes de pagarle más de lo debido completamente agradecido, le regaló una rosa antes de irse. La sonrisa que le regaló la mujer fue indescriptible y eso lo llenó de aquella valentía incomparable que fue el motor para llegar hasta su Hermione.

Pero antes de que eso sucediera, se dio cuenta que jamás le había preguntado su nombre. Así que volvió hacia la florería y ella, en cuanto lo vió, le volvió a sonreír con amabilidad.

-Disculpe, pero no le pregunté su nombre y no le dije el mío tampoco, soy Ron, Ron Weasley, fue un gusto conocerla.

-¡Oh, igual de gustosa, cariño! Rose, mi nombre es Rose. -Ron asintió y nuevamente se despidió.

Rose, espero jamás olvidarlo, se dijo. Se aferró a las rosas, las rosas para Hermione y se apareció frente a su acogedora casa. Donde sin duda su esposa se le tiraría encima completamente enternecida y que le daría lugar a lo que sería un nuevo y mágico inicio para su nueva familia. Una pequeña Rose y un pequeño Hugo haciendo de sus días los mejores en un futuro no muy lejano.

Rosas para Hermione [OneShot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora