A finales de mi primer año en el secundario, una profesora de la matería que teníamos a contraturno no pudo venir, entonces para cuidar que no hagamos desastres en el aula mandaron a un preceptor de la mañana a cuidarnos.
Él entró, y todo lo que vi no fue sólo un hombre asombrosamente alto, morocho en ambos aspectos y con ojos marrones. Yo vi un hombre que iba enloquecerme. Asumo que no era lindo, todo lo contrario. Pero yo vi algo más en él. Había algo en su ser que me cautivaba.
Recuerdo que ese día me quedé observándolo toda la hora Unas amigas y yo nos pusimos a hablar con él un rato antes del recreo, cuando vino otra chica pidiéndome que la acompañe, sin dudarlo me negué y me quede hablando valla a saber de qué.
Días después por simple curiosidad lo encontré vía Facebook y decidí agregarlo. Recuerdo que fue unos pocos días antes de mi cumpleaños N° 13 porque él me había escrito algo deseandome que lo pase bien. Dos días después cuando leí lo suyo, y no sé por qué quise hablarle, moría por hablarle.
La primera vez que chateamos me tuteaba, eso me resultaba sumamente seductor, en su momento tenía 24 años, once más que yo. Desde unos días antes a mi cumpleaños, hasta mediados de noviembre estuvo de licencia porque se había quebrado un pie jugando al fútbol.
Con el paso del tiempo hablábamos todos los días, ya se me había hecho una costumbre. Me inquietaba que halla un día sin saber de él, sin saber cómo estaba. En medio de la licencia pasó dos veces por el colegio por papeleos, la primera vez que lo hizo me avisó un día antes y me pidió que valla a saludarlo. Lo vi al otro lado de la ventana y morí de vergüenza, lo evité hasta que se fue.
La segunda vez, le prometí que lo saludaría así que eso fue lo que hice. Estaba muy nerviosa, me armé de valor y fui. Nos quedamos todo ese recreo hablando.
El primer sueño que tuve de él fue entre esos dos días en los que vino, después además de hablarle todos los días se me hizo costumbre soñarlo cada noche.
Cuando volvió al colegio eso era lo único que me interesaba, ir al colegio. Simplemente para saludarlo y compartir con él los 15 minutos del primer recreo.
De vez en cuando venía a nuestra aula en las horas libres y jugábamos a las cartas, me enseñó a jugar al chinchón, lo que más me costaba era decidir era si tenerlo sentado a mi lado o que sea de mi equipo pero que se siente enfrente.
En las vacaciones no parabamos de hablar, hablábamos el día entero, toda la tarde, toda la noche.
Pero lo más hermoso de esas vacaciones fue habermelo cruzado a las 2:00am. en el centro de San bernardo. Obviamente no lo saludé, él estaba con un profesor amigo suyo y yo con mi familia, moría de vergüenza. Puedo resumir esas vacaciones diciendo que esperaba que se haga la noche para que nos mensajeemos, y soñar con él, sonriente y con mi celular en mano.
En el regreso a clases (2012) él ya tenía 25 años, y puedo jurar que hasta ese momento nunca había llorado tanto como cuando me enteré que se había puesto de novio, me enteré de eso minutos antes de comer y me encerré a llorar hasta quedarme dormida, desperté llorando. Fue horrible, a medida que esa relación crecía veía estados diciendo lo maravillosa que fue la noche pasada, o fotos de ellos, cosas que se ponían. Eso me destruía como jamás lo hubiese imaginado.
Hubieron varios meses en los que no hablamos más, sólo lo saludaba en el colegio y compartíamos un recreo por mes, masomenos.
No quiero parecer exagerada, pero cada cosa que veía de ellos, y cada día sin un "Hola", dañaba algo dentro de mi.