Se levantaron a las nueve del día siguiente, desayunaron unos sándwiches de una máquina expendedora y continuaron su viaje bajo el cálido sol de Texas.
-Joder -susurró Edward.
-¿Qué ocurre?
-¿Sabéis a dónde deberíamos haber ido? -las chicas negaron con la cabeza- A Waco.
-¿Por qué? -preguntó Mia extrañada.
-¿Cómo que por qué? Al rancho de los Davidianos.
-Ah, esos chalados...
-No digáis que no os habría molado pasar por allí.
-Bueno, sería interesante -comentó Angela. Quedaban unas 100 millas hasta El Paso y Edward ya tenía los brazos agarrotados de conducir. Esta vez fue Mia la que se puso al volante y, como era costumbre, le tocaba elegir la emisora. Situó una en la que ponían música country, para desgracia de Angela.
-Tía, ni se te ocurra.
-Oye que estoy conduciendo yo, me toca elegir.
-¿Cómo puedes escuchar esto? Es deprimente...
-Tú sí que eres deprimente, querida -contestó.
Llegaron a El Paso sobre el mediodía y decidieron no continuar el viaje hasta la mañana siguiente. Encontraron un motel cercano a un bar de carretera. Allí pasarían el resto del día. Dejaron el coche aparcado y dieron una vuelta por los alrededores de la ciudad, cerca de la frontera con México. Cuando caía la tarde se dirigieron de nuevo hacia el bar. El interior estaba bastante descuidado. Había una colorida máquina de discos al fondo, junto al pasillo de los servicios. Las paredes estaban llenas de trastos viejos a modo de decoración y el mobiliario era totalmente de madera. Se sentaron en una de las mesas junto a la máquina de discos y pidieron cervezas. El camarero era un hombre anciano, con barba y cabello largo y canoso. Casualmente, llevaba puesta la misma camiseta que Edward (negra con un dibujo de Iron Maiden). Un rato después, entró al bar un hombre vestido de motorista que se sentó en la barra. Llevaba puestas unas gafas de sol que no se quitó, y se giraba cada poco tiempo hacia la mesa de los jóvenes.
Angela se levantó y puso una canción en la máquina: The Jean Genie, de David Bowie. Aprovechando que el local estaba casi vacío a excepción de ellos, el motorista y un par de parejas medio borrachas, empezó a bailar al ritmo de la música. Edward no dejaba de mirarla. Hacía tan solo una semana que se conocían y ahora se habían escapado juntos hacia un nuevo lugar, en compañía de la mejor amiga de Angela. Normalmente, Edward sólo mantenía sexo con las chicas que conocía esa misma noche, pero con Angela había sido distinto. El simple hecho de que la chica empezara a hablar sobre sus libros favoritos, sobre sus gustos, y lo más importante, le había preguntado sobre él. Ese hecho hacía especial a Angela. Siempre quería saber más, conocer a la gente. A otra persona le habría parecido un tanto pesada, contando anécdotas o sucesos sin sentido alguno, pero Edward jamás se cansaba de escucharla. El mismo día que planearon la escapada conoció a Mia, ambas chicas habían sido inseparables desde la guardería y vivían en la misma calle. Por tanto, Angela le había dejado una cosa clara a Edward: donde ellos fueran, Mia iría con ellos. El chico no tuvo problema alguno, pues Mia le parecía una chica simpática e interesante.
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The Road.
ActionEl viaje en carretera de unos jóvenes no acabará como ellos esperaban.