Es un buen lugar para tomar un café, una terraza bastante agradable. Las cinco de la tardé, a menos de tres horas para el próximo congreso, repasó una y otra vez los puntos claves de mi próxima intervención, no será la primera vez que presente un programa con diferentes clasuras sobre la agricultura y la alimentación del primer mundo o sobre el tercer mundo, ni la primera vez que hablé sobre las últimas tecnologías o sobre la última tendencia en moda de París o Neuw York y no estoy asustada, ni atacada ni muchísimo menos, los nervios y los agovios no deben formar parte de tú vida, me recuerda mi queridísimo subconciente al cuál la mayor del tiempo ignoro, menos en este asunto.
Soy Elisabeth Priger. La mujer ejecutiva y empresarial más poderosa del estado de Nueva Yersil, aparte de la más joven.
Remuevo con una pequeña cuchara el café negro mientras vuelvo a leer mi tercera clausura del primer aprendize.
Aprencide primero.
Clausura tercera.
El sistema de jóvenes sobre la alimentación."El primer mundo no escadece de alimentos y la mayoría de jovenes tienen a su alrededor más de un 90% de alimentos a su alcance, el uso de una manera adecuada de ellos ya es otra clausura. Los alimentos pasas de
comidas precocinadas o alimentos com una gran cantidad de azúcares añadidos. La obesidad es un tema que se utiliza con más frecuencia, muchos jóvenes sufren problemas por la alimentación. Y muchos de ellos a tales consumos de grasas y azúcares añadidos entran en un grave dilema entre el físico y la razón. Cuándo habló del dilema no me refiero solamente a las enfermedades más nombradas (Anorexia o Bulimia) me refiero a los miles de problemas neurológicos desarollados tras está lucha de miles de jóvenes. Y no les culpó, ni ustedes deberían culparlos...."-¿Elisabeth ha decidido usted como presentar la nueva campaña?.-la voz de Óscar, el joven becario licenciado en literatura castellana e inglesa y en administración, me saca de mi vigésimo séptima lectura sobre la alimentación de los jóvenes.
-Todavía no lo he decido. ¿Usted tiene alguna sugerencia?.-pregunto mientras le doy un surbo al café, esta frío para mi gusto.
-Debería darle un punto más sugerente al asunto.-me quedo pasmada hasta su intromisión, no me asombra ni me molesta, me inquieta.
-¿Usted como le daría ese punto?.-le pregunto mientras pongo los ojos en blsnco, odio escuchar consejos, pero a Óscar es un buen empleado.
-Como lo hacía cuándo me contrato.-responde sin más. Me sorprende, no por su tono de confianza sin atreverse a tutearme si no por el malísimo consejo que acaba de sonar de sus labios, no he llegado a ser quién soy pesando en como lo hacía antes y mirando al pasado, sé lo dije cuándo lo contraté, nada de pasado, nada de hablar de lo anterior si han pasado más de unas 48 horas...
-Sé lo dije cuándo lo contrate.-mi voz suena seca y fría.-nada de hablar sobre el pasado.-me corrijo.-no conmigo.-y vuelvo a fijar mi atención sobre los jóvenes y la alimentación, no me convece dicha cláusula para el congreso debería ser algo mucho más sugerente.
-No debería ser tan fría...-levanto la cabeza al escucharle hablar.- es usted espléndida.-dice mirandome de frente.
-Usted debería pensar en el congreso y dejarse de hablar sobre mi personalidad.-le digo seca y borde y vuelvo a fijar la atención sobre las fotocopias.
-Me preocupó por usted.
-No debería preocuparse, sé cuidarme de mí misma.-le reprochó sin mirarlo.
-Lo sé mejor que nadie, Elisabeth.-pronuncia mi nombre al final de la palabra.
-¿Qué le ocurre hoy? ¿No tiene trabajo suficiente?.-le reprochó de nuevo.
-Estoy harto...-dice sin más.
-Muy bien.-le digo desafiante.- Mañana mismo su contrato puede finalizar. Le advierto, si se marcha no vuelva, formará parte del pasado.-le digo brusca.
-Se equivoca usted. No estoy cansado de mi trabajo, estoy harto que no sé de cuenta de la realidad.
-¿Qué dice ahora?.-le espeto con fuerza mis palabras y los músculos se me tensan.
-Estoy enamorado de usted.-y eso si me deja sin aire en los pulmos, y consigue que los músculos se me tensen, no digo nada y lo oigo suspirar.-Desde hace meses, recuerdo todas y cada una de nuestras conversaciones, por cualquier cosa. Hemos conversado sobre todos los alimentos, sobre el helado de fresa y el de mermelada, sobre la luz eléctrica o el gas natural, sobre el tiempo o sobre las fiestas de gala o sobre nuestras noches en los diferentes hoteles de las ciudades europeas o sobre las largas horas intentado demostrar su capacidad frente al govierno y sobre sus ideales.-esto si que me sorprende.
-No debería amarme.-le digo al fin.
-Demasiado tardé señora Priger.-dice con una amplía sonrisa.
-Debería conocerme antes de amarme.-le contradigo.
-Elisabeth hace más de nueve meses que trabajo mano a mano con usted. No quiero impertubarla ni mucho menos, pero he estado más tiempo a su lado que su família con usted.
-En ese aspecto tiene razón, pero no sabe nasa de mí.-le aseguro.
-Déjeme conocerla.-me ruega.
-No le aseguro nada.-le digo sin más.
-Por ahora me vale, sé que usted no desea estar sola.-eso me choca y mucho....¿como sabe eso?