Sagaz y Aciago

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Cuenta una Historia, que érase una vez que se era, un lobo sin pretérito o memoria que quiso alcanzar la luz, aquella luz que se veía a lo alto del cielo.

Es cierto que los lobos en ocasiones, cuando dejan de ser útiles en su manada, se convierten en seres huraños hasta que encuentra su lecho de muerte

Un lobo no quiso o no pudo encontrar su propio túmulo, y desde entonces ha divagado por la tierra borrando su rastro con cada paso. Con un ritmo constante y armonioso como una triste armonía por la que nadie llora, intentando encontrar un rastro de felicidad.

A pesar de dejar sus huellas en más de mil caminos, el lobo descubrió que era incapaz de encontrar la felicidad. Ni siquiera sabia donde buscarla. Más perdido en sus pensamientos que en su trayectoria, escuchó decir a un gran sabio que la felicidad venía de aquella luz que se posaba todos los días en aquel cielo azul. No entendió aquellas dichas palabras, ni tampoco obtuvo una aclaración, pero careciendo de ideas y pistas y con nada mejor que hacer puso destino hacia allí.

Cuál era la desdicha de aquel lobo que no tenia ni la remota idea de donde empezar. Embarcándose en un viaje como nunca lo había hecho, cuestionándose así mismo como solucionar su dilema.

No tardo demasiado en encontrar una posible respuesta cuando se dio de bruces en una carretera con un circo gitano móvil que estaba de partida hacia algún destino.

Fueron dos los personajes que salieron al encuentro del aquel solitario lobo: un bufón y un payaso, ¿o quizá un payaso y un bufón? Uno vestido de rojo con negro y otro de azul con blanco, y con tanta indiferencia en altura que resultaba imposible mirar sus aspectos al mismo tiempo.

-¿Cómo estás, amigo?

-¿Amigo, cómo estás?

Los dos ruidosos y alegres cómicos intercambiaban miradas, sonrisas y palabra como si se las robasen mutuamente. El lobo, confuso, no sabía por dónde empezar. Tampoco le permitirían hablar con su ajetreado bullicio que se traían, así que lo máximo que alcanzó a preguntar fue el nombre de los susodichos.

Ella se llama Sagaz- señalo el payaso azul con blanco a su compañera.

-Él se llama Aciago- señalo la alta bufona roja con negro a su compañero.

-¿Quién eres tú?- señalaron sonrientes y al unísono lobo.

El lobo no escucho o no quiso escucharlos, ya que su mente parecía haber encontrado una pista a su enigma.

Ambos parecían muy felices, pensó y su oficio consiste en compartir su felicidad con el resto. Cabe la posibilidad de que sepan cómo llegar a aquella luz que se establece en el cielo azul, o al menos acercarse.

Convencido por su propio razonamiento, el lobo no tardó en preguntarles si conocían la forma de llegar hasta la bola brillante del cielo.

-¿Y para que quieres llegar tan lejos si se puede saberse?- exclamaron

-¿Un lobo que quiere alcanzar el sol? – se preguntaba Sagaz- ¡ah! ¡Ya sé quien eres!

El payaso y la bufona se acercaron

-¿Cómo era el nombre, Sagaz?

-Era.... Era ¡Ya lo sé! –chasqueo Sagaz los dedos- ¡Se llama kîish!

-¿Qué se va a llamar así ni nada? –negaba Aciago con la mano- Yelí, se llama Yelí

Los artistas empezaron a discutir la identidad del lobo, olvidándose por completo del mismo.

El lobo, cansado, dio un salto al frente y se giró mostrando sus colmillos exigiendo atención.

-Se ha enfadado, Aciago – dijo el pequeño payaso azul con blanco señalando al lobo.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2016 ⏰

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